Muerte súbita y ejercicio: ¿Estamos todos a salvo?

Los hábitos saludables pueden evitarnos una “sorpresa” a largo plazo

Diego Díaz

De la mano de los avances tecnológicos, la mayoría de la población ha desarrollado malos hábitos como la falta de actividad física y desórdenes en la alimentación. Este balance energético positivo (ingerir más calorías de las que gasta), puede traer consecuencias negativas para la salud. Aumenta la probabilidad de sufrir enfermedades tales como síndromes metabólicos, osteoporosis, accidentes cerebrovasculares, cáncer uterino, prostático, de mama, entre otros.

Una forma de enfrentar esta problemática es crear hábitos saludables. La realización de ejercicio es uno de ellos. Es recomendable hacer ejercicio bajo la supervisión de un equipo de profesionales, sin embargo, la mayoría de la población actúa por iniciativa propia, practica la disciplina de moda o se inscribe en un gimnasio junto con amigos. A largo plazo, la falta de dirección puede afectar el estado de salud ya que todas las adaptaciones que se realizan en el ejercicio, repercuten en la generación de cambios a nivel cardiorrespiratorio. El corazón, órgano vital, es el motor de nuestro cuerpo, ahí radica la importancia de realizar una evaluación médica completa.

Una de las afecciones cardíacas que se presenta con escasa sintomatología es la llamada muerte súbita. Según la evidencia médica, esta es una patología que

se presenta durante el ejercicio o hasta una hora finalizado este. En el último tiempo hemos visto varios casos de deportistas de alto rendimiento que se desploman repentinamente (en el fútbol hay variados registros de ello), sin embargo, esta afeccion puede atacar distintos grupos de la población, tanto a niños, escolares y adultos que realicen alguna práctica deportiva.

En menores de 35 años, la causa está dada por cardiopatías hereditarias o congénitas (genéticos), mientras que en la población mayor a 35 años la causa más común está dada por las alteraciones metabólicas, tales como tabaquismo, hipertensión arterial, diabetes mellitus y alteracion de los lípidos sanguíneos. Si se realiza ejercicio en estas condiciones, hay mayor posibilidad de generar trastornos cardiacos, sin embargo, si no se realiza actividad física, existe mayor posibilidad de tener trastornos metabólicos. La práctica deportiva guiada define un tipo de ejercicio que se adapta a la capacidad física del paciente, reconoce el estado del individuo para disminuir la posibilidad de afecciones cardíacas.

Para llevar a cabo un correcto control debes seguir tres pasos:

Lo primero es asistir al doctor para realizar una evaluación cardiaca y médica completa. Este profesional te entregará información sobre posibles patologías y te asesorará sobre un tratamiento farmacológico para evitar, mantener y/o evitar empeoramiento de algún cuadro.

El segundo paso es visitar a un nutricionista, quien te armará un plan de alimentación acorde a tus antecedentes mórbidos y evitará que consumas alimentos que empeoren tu condición.

Finalmente debes realizar una evaluación con un kinesiologo o fisioterapeuta deportivo. En esta tercera etapa se determina la planificación y supervisión del ejercicio, si bien existen múltiples prácticas deportivas, el kinesiólogo es quien te guiará, educará y prescribirá el ejercicio e intensidad adecuada para lograr un resultado óptimo.

Uno de los errores más comunes que cometen las personas cuando empiezan a realizar actividad física, es someter el cuerpo a EJERCICIOS DE ALTA INTENSIDAD sin la debida preparación. Esta situación, sumada a una mala condición física (respuesta cardiovascular deficiente) y a la falta de hidratación constante, duplica la posibilidad de padecer un ataque cardiaco durante la práctica. Es recomendable empezar con ejercicios de baja intensidad tales como andar en bicicleta o realizar caminatas diarias de 30 minutos. El ideal es realizar ejercicios moderado que generen una agitación cardiaca paulatina para no llegar al colapso y producir una falla cardiaca

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