Rosmery Hernández / @gotasdebinestarenchile
Con la repatriación de más de 300 chilenos desde Venezuela hasta la fecha, hemos escuchado historias que pudieran traducirse fácilmente en una predicción de nuestro futuro.
Luego de 45 años -o más- que salieron de su país, el retorno supone una nueva migración, pero ahora a su país de origen, el que ya no es igual al que dejaron, el que añoraron durante décadas y donde el cambio positivo -afortunadamente- supone nuevas adaptaciones.
Dos bisabuelos, quienes salieron con prisa durante la dictadura de Pinochet, con poco equipaje (solo lo necesario) y cuatro hijos con edades muy cercanas; fueron recibidos en Maracay, estado Aragua, por integrantes de la familia que salieron antes y ya estaban establecidos en Venezuela. El bisabuelo René fue profesor, incluso llegó a ser fundador y director de una escuela en el Sur de Chile. Al llegar a Venezuela comenzó como bombero de una estación de servicio, sin cobrar nada de sueldo, solo ganando el derecho de la comida para él y su familia.
Tras varios meses, presionado por la situación de estar en casa ajena y sintiendo que incomodaba, decide buscar otro trabajo: vendedor de libros. Aquella oportunidad suponía acercarlo a lo que amaba: enseñar. Le indicaron la ruta que debía hacer porque la venta era a terreno, le explicaron las ganancias y ese mismo día comenzó. Las ventas se convirtieron en su nueva filosofía. Esto le mereció reconocimientos por metas mensuales y el premio al mejor vendedor de ese año y del siguiente.
“No hemos dejado ni dejaremos solos a nuestros compatriotas que lo están pasando mal en el exterior” Canciller Roberto Ampuero
Cuando René contó aquellas anécdotas de su inicio en aquel nuevo país, se le llenaban los ojos de añoranza recordando a su “Chilito Lindo”, hablando con orgullo de las viñas, las frutas, el sabor de las comidas, de aquellas estaciones, lo entretenido de la nieve y los paisajes; podía pasar horas hablando y llenarse de patriotismo por su tierra natal. René también compartía ese sentimiento de nacionalismo con Venezuela, el país que le dio una segunda oportunidad, donde sus hijos crecieron, se casaron y donde ahora disfrutaba de nietos y una bisnieta recién nacida.
En 2016, con la crisis agudizada en Venezuela, su familia decide venirse a Chile. René no dudaba en comparar aquello con lo vivido en Chile durante la dictadura; se sintió muy identificado y por eso apoyó a su familia cuando esta le dice que se iba y que el país elegido era su “Chilito Lindo”.
Dos años y medio después de aquella despedida en Venezuela, René fue recibido en su país. Para su sorpresa, aunque había cambiado mucho de lo que recordaba, aún habían personas que lo mantenían presente, entre ellos sus alumnos, quienes le guardaban mucho cariño. Una de sus hijas y los nietos que ya habían llegado lo recibieron con brazos abiertos; esta vez, quien regresaba era un hombre de 80 y tantos años, con su esposa, el amor de toda su vida y la mayor de sus hijas.
Su llegada estuvo llena de incertidumbre, melancolía y, aunque para muchos signifique “El Regreso a Casa”, la verdad, no fue así. Es un inmigrante más que debe regularizar trámites, ponerse al día con las nuevas leyes, actualizar sus datos, hacer registros, visitar las entidades de acceso público, entre otras… porque, al final de cuentas, los años pasaron.
Le invaden dudas “¿qué haré ahora? ¿Cómo generaré sustento para mi familia?”; la pensión que recibía en Venezuela desde acá de Chile, al cambio de moneda, le permitía vivir con tranquilidad su vejez. Ahora, vivir con esa misma pensión, en su país, no es suficiente. Los años han hecho mella en su cuerpo. No tenía casa donde llegar -como aquella primera migración- por lo que debió llegar a la casa de su familia. La adaptación, nuevamente, no es igual a los 40 que a los 80 años de edad.
Ahora, René siente melancolía por Venezuela, extraña las aguas calientes del Mar Caribe, el calor tropical, su casa, el hogar que construyó junto a su esposa e hijos, sus amistades, las calles por las que caminaba, los paisajes que recorrió. Siente dolor por ver un país tan rico, desmoronarse. Siente tristeza, porque nunca se imaginó regresar así…