Una de las decisiones que estamos afrontando los venezolanos de esta era es la de emigrar. La decisión en sí, ya sabemos cuán difícil y complicada nos resulta. Después de tanta preparación económica, psicológica y estratégica, llegamos al país escogido como destino y resulta que es solo el inicio de otro nuevo proceso.
Es la felicidad de estar viviendo en un lugar que te brinda seguridad social y económica y un futuro para tus hijos. La impresión de ver cómo en otros lugares del mundo “las cosas sí funcionan” de verdad, calles limpias, salud, medicinas disponibles, etc. La tan apreciada libertad de poder caminar sin el sentido de alerta activado y poder tomar fotos sin el pánico de ser robados y, finalmente, saber que hay alimentos disponibles para la familia y para sí mismos. Son todos los elementos que necesitamos para crear un futuro, entonces nos sentimos felices y vuelve la esperanza.
Pero eso dura poco, el efecto se desvanece cuando comparas el “tanto mucho” en que vives con el “tanto poco” en el que se quedaron tus seres queridos. Entonces la felicidad se convierte en una felicidad a medias o, muchas veces, en sentido de culpa. Comienza la preocupación por ayudar a la gente que queremos; al mismo tiempo que enfrentamos el proceso de integración, la nostalgia cobra espacio y la depresión asoma la cabeza.
¿Entonces cómo hacemos?
Se preguntarán ustedes. No existe una fórmula única, ni mucho menos una fórmula mágica. Todos tenemos condiciones y situaciones diferentes. Emigrar por necesidad y no por gusto en la situación en que se encuentra Venezuela ahora es un duro proceso, es como vivir un duelo.
Sin embargo, hay una clave que nos puede ayudar: vivir “el aquí y el ahora”, el momento presente es lo que importa. Hay que evitar pensar en el pasado, en lo que se vive en otro lugar o en lo que puede ser, pero no estamos seguros de que será. Hacerlo es un acto de masoquismo contra nuestra salud mental. El aquí y el ahora es lo que nos mantiene productivos.
Todo se resuelve de la mejor manera si pensamos a una cosa a la vez o un día a la vez. El hoy, resolvamos el hoy y el mañana, se resuelve mañana. No le demos espacio a la ansiedad. Hay que ser gentiles con nosotros mismos y entender que somos humanos, nos duelen los cambios, pero también podemos alegrarnos al mismo tiempo. La culpa en este caso no aplica.
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