Rosmery Hernández / @gotasdebienestarenchile
El mes de marzo, fue un mes que nos puso a prueba emocionalmente hablando, a los que estamos fuera y a los que están en Venezuela. Con solo 9 días laborales, decretos de días libres, feriados por carnaval, fallas de en el sector eléctrico y la incertidumbre de que cada vez que se iba la electricidad, no tener posibilidades de a ciencia cierta conocer ¿cuándo volvería?
Es muy fácil caer en la angustia, la desesperación y la frustración, ante tanta desidia.
Los primero días del apagón que se inició el 7 de marzo dejaron incomunicados a familias enteras y se convirtió en un colapso tanto dentro como fuera de las fronteras de una tan maltratada Venezuela. Las noticias hablaban de lo inaudito que ocurría en el país del petróleo, las represas eléctricas y la población migrante que crece en números nunca previstos; fueron largas horas donde los estados de whatsapp, los perfiles de Facebook y los feed de Instagram, solo mostraban la desesperación de los que no podían comunicarse con sus familiares, sin saber de ellos y sus condiciones de salud.
Entonces, ante esta situación es normal que nuestras emociones se “enciendan”, pero ¿qué hacer para quienes están fuera de Venezuela y no pueden ayudar más de lo que ya hacen? Nos queda aprenden a gestionar las emociones de manera que podamos seguir adelante, tanto por ellos como por nosotros.
En la sociedad actual muchas veces se espera e incluso se premia que las personas oculten sus emociones. Mostrar emociones abiertamente puede llegar a considerarse incluso de mala educación, ya que mostrando tristeza o enfado en público incomodamos a las personas de nuestro alrededor. Pero ocultar las emociones continuamente o mostrar sólo un tipo de emoción puede suponer un tremendo desgaste psicológico. ¿Te imaginas el esfuerzo que puede suponer mantenerse y mostrarse feliz a toda costa y en todo momento? Debe ser algo agotador.
Decía Aristóteles: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno. Con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”. Y con esta cita abre Daniel Goleman su libro “Inteligencia emocional”.
Lo verdaderamente inteligente no es por tanto ocultar las emociones sino albergar la emoción adecuada y saber expresarla en su justa medida. Acallar las emociones conduce a la apatía o al estrés y, por el contrario, su expresión desenfrenada puede acabar en lo patológico. La clave está en ser capaz de mantener el equilibrio y no negarnos a sentir las emociones negativas.
Reconociendo y manejando La Frustración:
1.- Reconoce cuando te sientas frustrado
Suena obvio, pero eso no lo hace menos cierto: el primer paso para lidiar con la frustración es, ciertamente, reconocerla.
2.- Conoce tus limitaciones
De esa manera, entenderás que tu participación desde la distancia está limitada, por lo que intentar hacer más o “controlar” desde donde estás, te hará entrar en una zona de molestia in crescendo
3.- Hablar para drenar
En los momentos donde la frustración ahoga, busca un espacio para drenar la emoción y solicita a quien te escuche que solo sea un receptor, porque en ese momento cualquier consejo por muy bueno que sea, generará más angustia.
4.- Filtra la información que lees y/o envías
La desinformación nos lleva a búsqueda de fuentes informales, pero esta opción trae consigo la poca confianza en lo que se informa, por lo que, a veces, es mejor esperar antes de compartir lo que se recibe, así como, no creas todo a la primera.
5.- Sentirte bien, no está mal
Permite sentirte bien, sin manejar culpa por ello. Recuerda que tu estabilidad emocional también es importante.
6.- Evita los pensamientos catastróficos.
Aunque pueda ser difícil, piensa en las mejores opciones y confía. Te permitirá menguar las angustias.
Está claro que la manera e intensidad de expresar las emociones también está influenciada por la crianza. La mayoría de los seres humanos experimentan cierta frustración cada día, ya que es natural que algunos obstáculos y situaciones inesperadas interfieran en nuestro día a día. Sin embargo, no es la presencia de la frustración lo que nos hace sentirnos mal, sino nuestra actitud hacia ella.
¡Eres de ayuda, cuando estás bien! Cuando las emociones te sobrepasen, ¡Pide Ayuda!
No estás sol@, ¡Juntos somos MÁS!