Entrevista a Alberto Abarza: “En el agua soy igual al resto”

Participó en los recientes Juegos Paralímpicos de Tokio y sumó tres medallas, dos de plata y una de oro. Sin embargo, su camino estuvo lleno de vueltas, con una infancia muy dedicada al deporte pero con muchas dificultades presentes. Por más que su discapacidad lo dejó en sillas de ruedas a temprana edad, Alberto logra transmitir una enseñanza muy bonita de la vida.

Por: Diana Copa y Michelle Richefort

El pasado 25 de agosto de 2021, en una piscina olímpica en la ciudad de Tokio, Japón, se encuentran ocho nadadores que se juegan la medalla de oro, entre ellos el chileno Alberto Abarza, quien nada en el carril número cinco. Una vez se escucha el pitido inicial empieza a nadar de espalda, se evidencia como toda la fuerza está en sus brazos, su torso está más desarrollado que el resto de su cuerpo y sus piernas no se logran apreciar lo suficiente, esto debido a su enfermedad. En la ida mantiene la calma, va de segundo lugar, pero una vez empieza el retorno pasa al brasilero Santos Araujo y logra conseguir la delantera. Ese día Alberto obtiene la medalla de oro y la suma a su colección de deportista paralímpico en natación, disciplina a la que ha dedicado su vida. 

A la edad de dos años, Alberto es diagnosticado con el síndrome de Charchot—Marie—Tooth, enfermedad que atrofia los músculos de forma degenerativa. Los médicos le recomendaron a su madre, su acompañante durante todo este proceso, que hiciera un deporte que no fuera de tanto impacto, como la natación. “Desde ese momento siempre estuvo presente, no podía estar sin el agua”, asegura el deportista.  

—Después de muchos años practicando este deporte ¿qué significa nadar? 

—Me encanta porque es el único sitio donde puedo ser yo, por ejemplo para movilizarme necesito una silla de ruedas, para manejar un auto adaptado, pero en la natación no necesito nada, solo la gorra, los lentes y soy igual que el resto. 

Definitivamente, los Juegos Paralímpicos de Tokio marcaron un antes y un después en su vida, quedó como un héroe ante la sociedad chilena, pasó a ser mucho más conocido. A pesar de esto, Abarza piensa que sigue siendo el mismo y que las medallas no deben ser lo más importante en su vida.

—¿Qué siente después de haber generado tanto impacto en la sociedad chilena al volver de los Juegos Paralímpicos de Tokio con medalla de oro? 

—Me siento contento, pero más allá de eso, creo que lo principal es no poner la medalla como lo más grande, esa parte es solamente el 0,01 % de lo que es ser deportista de alto rendimiento, cuando yo volví de ganar me mandaron al supermercado igual, no te cambia nada. Es importante tener la rueda en el piso y enseñarle a los niños que la medalla no es lo más importante, puede sonar cliché, pero lo primordial es disfrutar y aprender de lo que se está haciendo.

Alberto Abarza / Archivo

Natación por necesidad 

Durante su infancia, Alberto Abarza siempre estuvo acompañado de su familia, su mamá y sus hermanos, en particular de Millaray, su hermana menor, de 32 años actualmente, quien solía llevarlo a la piscina desde los cinco años e incluso fue con él a los Juegos en Tokio. “Mis inicios fueron un proyecto bastante familiar”, manifiesta.

Abarza recuerda como sus compañeros del colegio Villa Francia fueron un apoyo indispensable y cuenta que siguen siéndolo hasta el día de hoy. Por otro lado, dentro de sus sustentos más cruciales, el nadador menciona lo clave que fue la Teletón en su vida, las enseñanzas que la institución le entregó, las ganas de seguir adelante y el tener presente que la vida es una sola.

A pesar de su círculo de apoyo, el deportista y su familia sufrieron la falta de empatía de la sociedad. “Creo que lo más difícil es la consciencia de la gente para tratar con una persona con discapacidad en Chile, se ha evolucionado y bastante, pero todavía falta”, reflexiona la hermana de Alberto.

—¿En qué diría que fallaba la consciencia de la gente? 

—Muchas veces no nos ayudaban para subir a la micro, Alberto estaba en silla de ruedas entonces llegar a la Teletón costaba, no solamente a mí, a mi mamá igual. Las micros no se detenían, los taxis tampoco ayudaban, muchas veces las micros me decían que subiera por atrás y seguían de largo, no me dejaban subir. Así que, por ese lado, fue un poco triste.

Más allá de la falta de compasión, Millaray destaca que su hermano ha surgido y se ha podido destacar a pesar de los altos y bajos a lo largo de su vida, es una persona que ha superado las expectativas de todos, pero sobre todo las de ella.  

¿Qué más puede recalcar de su trayectoria? 

—De Alberto yo recalco su perseverancia, muchas veces dijeron en el colegio, que no iba a ser nadie, hasta pensé que lo iba a tener que mantener toda la vida, pero mira las vueltas que da la vida. Él deja una enseñanza muy bonita, gracias al deporte él está donde está, a pesar de los profesores que no creían en él. Por su depresión dejó de ir al colegio en un punto, repitió, pero me enseñó y he aprendido de él que nunca es tarde, que todo se puede en la vida y que independiente de lo que pase, todo se puede. Eso destaco mucho de él, es muy perseverante. 

Alberto a los 17 años llega a la etapa de su vida en que sus piernas ya no tienen la fuerza suficiente y por ende cae en la silla de ruedas, fue algo que lo tomó por sorpresa y le provocó una frustración muy grande. “Fue algo que me afectó muchísimo, no estaba preparado para ello, justo estaba empezando mi adolescencia”, reconoce.

—¿Cuál ha sido el aspecto más difícil de su condición?

—Lo más difícil yo pienso que fue entre los 17 y los 21 años, cuando caí en la silla de ruedas, empecé a darme cuenta de que me iba a costar y me encerré como tres años, no salía de mi casa, ese fue el momento más difícil. De ahí en adelante aprendí a hacer las cosas solo, me muevo solo, manejo solo, viajo solo, hago lo que quiero, para mí no es impedimento. En este momento, un señor interrumpe la entrevista para felicitarlo y le dice: “eres un héroe”.

Alberto Abarza en la Teletón / Agencias

El inicio al éxito

Luego del nacimiento de su primera hija y que dejara de contar con el apoyo de la Teletón al cumplir 23 años, Alberto Abarza decide representar al país para optar por el seguro de deportistas, sin pensar que llegaría tan lejos. 

Logra convertirse en deportista de alto rendimiento, representando a Chile. El nadador paralímpico relata lo duro que tuvo que entrenar para lograr conseguir posicionarse donde está ahora y lo mucho que sigue trabajando actualmente para ello. 

La preparación para Tokio le tomó cinco años de su vida, tiempo que para él pasó volando, entrenaba siete horas diarias, más el tiempo de preparación física, puso todo su corazón y empeño en esta competencia. 

—¿De qué manera la natación se hizo clave en su vida? 

—Desde los 2 años la empecé hacer, no sé en qué momento empezó a ser clave, fue un camino que se fue construyendo y de repente ya me di cuenta de que estaba en el alto rendimiento. 

—¿Y por qué llegó al alto rendimiento?

—Cuando me decidí finalmente a competir fue porque tenía que salir de la Teletón, ya que es hasta cierta edad y sin este apoyo no iba a poder tener médicos, el representar a mi país me los iba a facilitar, por eso me decidí a competir, pero nunca pensé que iba a llegar a donde estoy hoy.  

Más allá del apoyo económico que le entrega la Teletón ¿Con qué enseñanzas se queda? 

—Me entregaron las herramientas para prepararme para la vida, para que el día de mañana pudiera afrontar mi vida con total normalidad, pude entender que la vida no es una burbuja, supe que tenía que esforzarme, que tenía que tener presente que la vida es una sola. 

Además de la importancia que tiene el deporte en su vida, sus hijas toman el papel más fundamental, tiene dos niñas de 11 y de 2 años, a quienes les dedica todos sus logros y se consagra a pasar momentos felices con ellas.

—¿Tiene alguna competencia que lo haya marcado en específico?

—Los Juegos de Lima, mi hija estuvo conmigo, cantamos el himno nacional juntos, estaba en la tribuna viendo las competencias y si bien muchos pueden creer que lo más valioso son las medallas, para mí es que mi hija pueda acompañarme, yo eso no lo cambio por nada. 

Alberto Abarza / Tokyo 2020

Vivir y no sobrevivir 

Un sábado 11 de diciembre, a la 1 de la tarde, en un café en la comuna de Las Condes, se encuentra Alberto Abarza en el día de su cumpleaños 37, lo acompaña su hija. Después de 4 meses de los Juegos Paralímpicos de Tokio relata sus planes a futuro. Alberto se ve satisfecho, tranquilo y feliz de saber dónde se encuentra a día de hoy, feliz de poder pasar tiempo junto a sus hijas, amigos y familia, agradecido totalmente con su lugar de trabajo, el Banco BCI, su principal auspiciador. 

—¿Qué planes tiene para el futuro? 

—Seguir siendo feliz, disfrutando. Tengo un trabajo en el banco así que tengo que devolverle el tiempo a ellos, que me han apoyado muchísimo. Siempre digo que me quiero jubilar pronto. Me quiero ir a Puerto Varas, creo que en dos años más o menos, quiero dejar de trabajar. Voy a dejar el deporte e irme para allá. Siento que no necesito nada más, así que vendo mi casa de acá, me compro un autito y allí vivo vendiendo queso (bromeando), ya tengo todo listo. 

—¿Por qué Puerto Varas?

—Porque me gusta, la vez que fui, di una vuelta y me enamoré. Fue algo que me encantó en el momento y siempre he dicho que quiero vivir y no sobrevivir. Ese es mi estilo de vida. Tengo un buen trabajo, se gana bien, el deporte me paga bien, los campeonatos pagan bien, pero no necesito nada más. No quiero pasar mi vida trabajando y jubilar a los 65 años y terminar el deporte así como machacado, quiero disfrutarlo. Por eso digo, “vivir y no sobrevivir”.

—¿Qué mensaje le gustaría transmitir a la sociedad?

—A disfrutar, a ser feliz. Esto pasa tan rápido de verdad. Aprendí a no victimizarse, en el sentido de que yo sé que tengo una discapacidad que me va a dejar postrado en cama. A eso voy con mi mensaje de decir “¿Para qué salgo a trabajar y ganar muchas lucas, si no tengo tiempo para gastarlo?”. Finalmente, el momento es ahora, entonces cuando mi hija me dice “Vamos al cine, hagamos esto…”, lo hacemos ahora, porque quizás después va a ser más difícil. Entonces eso, a disfrutar, a pasarlo bien y vivir cada momento como si fuera el último.

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