El aclamado director Robert Eggers ha presentado una nueva versión de Nosferatu en los cines de Estados Unidos este 25 de diciembre. Esta adaptación del primer vampiro que apareció en la pantalla ha sido recibida con entusiasmo tanto por la crítica como por el público, consolidando otro éxito en la carrera de Eggers, reconocido previamente por obras como La Bruja y El Faro. La interpretación de Bill Skarsgård como el Conde Orlok/Nosferatu también ha sido elogiada, aunque la nueva versión dista de causar el mismo terror que la original protagonizada por Max Schreck hace más de un siglo.
La figura de Max Schreck y su participación en la película muda de 1922 han sido envueltas en misterio y leyendas que han contribuido a su estatus como ícono del cine de terror. Durante la producción de la cinta, surgieron rumores que insinuaban que Schreck podría ser un vampiro real, alimentados por su inquietante actuación y la apariencia grotesca de su personaje. Su nombre, que significa “temor” en alemán, añadió combustible a las especulaciones, llevando a algunos a creer que se trataba de un seudónimo o una broma interna del equipo de producción. Schreck, descrito como una persona reservada que mantenía un perfil bajo en el set, solía presentarse con el maquillaje completo incluso fuera de las tomas, generando temor entre sus compañeros e incluso concediendo entrevistas caracterizado.
El autor Rolf Giesen, conocido por su trabajo sobre Nosferatu, relata una anécdota en la que Schreck, durante una conversación con la prensa, mencionó que estaba contento de que el papel estuviera “jugado”, insinuando que estaba casi finalizado. A pesar de la publicidad inesperada que generó, la película enfrentó desafíos desde su estreno, incluyendo demandas legales por plagio de la novela Drácula de Bram Stoker interpuestas por la familia del escritor, lo que retrasó su lanzamiento en Estados Unidos. A pesar de las críticas iniciales en Hollywood, se reconocía la extraordinaria calidad de la obra de Murnau.
A lo largo de las décadas, Nosferatu ha sido reinterpretada culturalmente, con historias sobre Schreck como posible vampiro real encontrando eco en los países de habla inglesa. Estas teorías influyeron en la película Shadow of the Vampire (2000), en la que Willem Dafoe interpretó un vampírico que devoraba la filmación, ampliando el legado de Schreck. Nacido en Berlín en 1879, Schreck inició en el teatro antes de adentrarse en el cine, destacándose por su profesionalismo y dedicación al papel de Orlok. Aunque su participación en la película original era breve, su capacidad para encarnar un personaje icónico ha mantenido su legado en la historia del cine, atrayendo a admiradores del clásico.
La tumba de Max Schreck, ubicada en el cementerio Wilmersdorfer Waldfriedhof, fue olvidada durante décadas hasta que historiadores la localizaron en 2011, colocando un marcador que lo identifica simplemente como “actor”. El enigma que rodea a Schreck continúa fascinando a aquellos interesados en la historia del cine, consolidándolo como una figura misteriosa y perdurable en la memoria colectiva.