Nicolás Maduro asume su tercer mandato como presidente de Venezuela en medio del aislamiento internacional. En un acto marcado por la ausencia de mandatarios y jefes de Estado, Maduro juramentó su nuevo periodo con la presencia de solo dos líderes latinoamericanos: Daniel Ortega de Nicaragua y Miguel Díaz-Canel de Cuba, acompañados por discretas delegaciones de otros países afines al régimen.
Este panorama refleja la soledad política que enfrenta Maduro en el escenario internacional, en contraste con actos anteriores en los que contó con un mayor respaldo por parte de otros líderes mundiales. Analistas señalan una creciente falta de legitimidad de Maduro incluso entre países ideológicamente afines.
Países como Colombia, México y Brasil han rechazado reconocer la victoria de Maduro en las urnas, calificando el proceso como viciado debido a la falta de actas electorales que respalden la proclamación del Consejo Nacional Electoral (CNE). Además, se han producido rupturas diplomáticas con naciones como Chile, Argentina, Perú y otros, sin que exista consenso para nombrar a un presidente electo alternativo.
Durante su toma de posesión, Maduro anunció una “gran reforma constitucional” para democratizar Venezuela y actualizar los postulados de la Constitución. Sin embargo, críticos interpretan este llamado como un intento de perpetuarse en el poder y limitar la oposición. Líderes opositores como María Corina Machado han denunciado una militarización creciente de las ciudades como una muestra de un “golpe de Estado” consolidado por Maduro.
En este contexto, Edmundo González ha instado a las Fuerzas Armadas a rebelarse contra Maduro y derrocarlo, llamando a desconocer al régimen ilegítimo que busca mantenerse en el poder. La situación en Venezuela sigue siendo delicada y sujeta a cambios abruptos en medio de la incertidumbre política y social que atraviesa el país.