“Herencia cultural renace en el presente educativo” –

El Café los Angelitos: un ícono cultural de Buenos Aires

El nuevo ciclo lectivo escolar trae consigo la oportunidad de recordar el Café los Angelitos, un emblemático establecimiento que ha sido parte de la historia cultural de Buenos Aires. Esta narrativa se origina a partir de encuentros fortuitos, como el que tuvo lugar hace unas semanas con Shela Estévez, profesora de Historia en la Normal N° 5 Martín Miguel Güemes de Barracas. Aunque actualmente es docente jubilada, en el pasado, ella y el autor de este relato compartieron actividades educativas en el bar La Flor Barracas, donde se llevaron a cabo concursos de fotografía, ciclos audiovisuales y charlas sobre el patrimonio y la identidad cultural. Durante este encuentro, Estévez obsequió una revista publicada en octubre de 2003 por el Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Esta publicación, correspondiente al Año 6, Número 15, titulada “Voces recobradas. Revista Oral”, incluye un extenso artículo escrito por Marcela Vilela y Susana Vega, titulado “Un acercamiento a la historia de los Angelitos”. En este artículo se recogen testimonios de vecinos, bandoneonistas y poetas milongueros, destacando las voces de docentes y alumnos de la Escuela 1 Esteban Luca de Balvanera.

En 1993, cuando el Café los Angelitos se encontraba cerrado, se planteó como un proyecto institucional su reapertura. Este proceso se enmarca en la rica historia del café, que se remonta a su apertura en 1890 en la esquina de Rivadavia y Rincón. Su fundador fue el italiano Batista Fazio, quien estableció un negocio que se asemejaba a los bares gastronómicos comunes de la colectividad italiana durante los siglos XVIII y XIX, en el contexto de la Segunda Colonización Española que tuvo lugar en las primeras décadas del siglo XX. En sus inicios, el café era conocido por atraer a malandrines y tarambanas, y se caracterizaba por ser un galpón orillero con billares, un techo de chapa y un piso de tierra. En las cercanías, el edificio del Congreso Nacional fue inaugurado en 1906, y la Confitería Molino abrió en 1916. Sin embargo, el café no se convirtió en un reducto tanguero que acaparara a todos sus seguidores. Por ejemplo, Carlos Gardel nació en diciembre del mismo año de su apertura, aunque su relación con el café no es directa. El primer tango registrado, “El entrerriano”, fue compuesto en 1896 por el músico afroargentino Rosendo Mendizábal. Los habitués del primitivo bar se reunían para escuchar las payadas de Gabino Ezeiza y José Betinotti.

En 1920, el café cambió de nombre al ser adquirido por el español Ángel Salgueiro, quien realizó refacciones y colocó angelitos de yeso, lo que marcó el inicio de su leyenda. La tradición oral cuenta que el comisario de la zona ordenaba a sus agentes que, cada vez que llegaba un reporte de trifulca en el bar, se dirigieran al Café los Angelitos. Este sobrenombre se arraigó entre los parroquianos, y Salgueiro se convirtió en una figura emblemática del lugar. A lo largo de los años, por sus mesas pasaron figuras como Gardel, quien vivió cerca, así como Razzano, Castillo, Troilo, Pugliese, Roberto Arlt, los hermanos Discépolo, Florencio Parravicini, Púa, Tito Lusiardo, Irineo Leguizamón, Nicolás Olivari, González Tuñón, y socialistas como Juan B. Justo, Américo Ghioldi y Alfredo Palacios. En 1944, Razzano y Cátulo Castillo dedicaron un tango al café, con versos que evocan recuerdos de su ambiente: “Yo te evoco, perdido en la vida, enredado en hilos de humo, grato recuerdo de este negro porción de café”.

A partir de la década de 1970, el café comenzó a declinar, como lo señala Horacio Salas, quien comentó que la esplendorosa época anterior fue aportada por integrantes de la llamada generación del 60: Abelardo, Arnoldo Liberman, Liliana Hecker, Humberto Constantini y Santoro. Salas también menciona que, posteriormente, el ambiente cambió con la llegada de elementos como el grill, fórmica y tulipas de plástico, que le restaron personalidad al lugar. Un vecino, Jorge, recordó que en 1964 comenzó el declive del café, que era administrado por tres dueños: Luis Gómez, Noya y Pablo Domínguez, quienes transformaron el lugar en una cervecería tipo Múnich. En ese tiempo, el café se convirtió en un espacio donde se escuchaban radios y se veían televisores, y el local cerró en 1992, al cumplir su centenario, bajo la administración de Germán Lozada.

En 1996, un grupo de docentes, liderados por el profesor de música Luca, propuso la reapertura del café, lo que movilizó a toda la comunidad. Se formó la Asociación Amigos y cada miércoles organizaron milongas en la vereda, expresando su reclamo por el uso del lugar. Sin embargo, en 2000, el café sufrió un principio de derrumbe, y el Gobierno de la Ciudad, por razones de seguridad, demolió lo que quedaba del legendario establecimiento, convirtiéndose en un baldío. Este cambio en la ciudad de Balvanera significó la pérdida de un espacio tangible que activaba la memoria colectiva.

En 2001, comenzó un largo proceso de reconstrucción que culminó con la reapertura del café en 2007. La necesidad de recuperar el imaginario anterior se hizo evidente, ya que no existía ninguna referencia tangible. A través de la memoria colectiva, se logró reconstruir el lugar ladrillo a ladrillo. Un grupo inversor adquirió las ruinas y levantó un salón de 9 metros de altura, que abre sus puertas durante el día y ofrece cenas con shows por la noche. La lógica comercial del nuevo café es similar a la de la Esquina Homero Manzi, con ventanales guillotina y un mosaico calcáreo que simula un cuadrado de pista de baile. En el centro, una araña con un sinnúmero de lamparitas eléctricas ilumina el espacio, complementado por apliques cenitales de bronce en forma de ángeles. Las sillas están acolchadas y tapizadas en color verde inglés, y la barra presenta tapas revestidas que tienen espigas pintadas en dorado.

El nuevo Café los Angelitos también cuenta con un escenario y palcos que recrean un ambiente teatral, donde el servicio puede ser brindado por los mozos sin mayores complicaciones. En la actualidad, el café ha perdido los terrones de azúcar que eran característicos de su anterior versión. Sin embargo, se mantiene la perseverante batalla por recuperar el espacio que, en su momento, representó lazos sociales en la barriada. La reapertura del Café los Angelitos ha permitido revivir parte de la historia cultural de Buenos Aires y mantener viva la memoria de un lugar icónico en la ciudad. ## Taller de Dibujo en la Escuela 15 Arzobispo Mariano Antonio Espinosa

En el año 2024, el reconocido autor junto a su primo dibujante, Lucio Cantini, fueron invitados por la directora de la Escuela 15 Arzobispo Mariano Antonio Espinosa en Barracas, Anabella Hallabe, a impartir un taller de dibujo a los estudiantes de la institución. Esta iniciativa tuvo como objetivo principal transmitir valores culturales e históricos del barrio, así como fomentar la creatividad de los niños y niñas que asistieron al taller.

Durante dos jornadas y ocho clases, los alumnos, que abarcaban desde primer hasta séptimo grado, tuvieron la oportunidad de aprender técnicas de dibujo y plasmar su visión de objetos cotidianos como tazas y sillas. El taller no solo se centró en la técnica del dibujo, sino que también incluyó actividades de escritura y lectura, así como visitas a bares emblemáticos del barrio para inspirar a los jóvenes artistas.

## Experiencia en el Café los Angelitos

Uno de los lugares emblemáticos que formó parte de la experiencia fue el Café los Angelitos, un tradicional cafetín de Barracas que ha sido testigo de innumerables encuentros y momentos históricos a lo largo de los años. Los estudiantes tuvieron la oportunidad de visitar este icónico lugar, donde pudieron observar la arquitectura y el ambiente característico que lo hacen único.

Además de las visitas a lugares emblemáticos, los alumnos también participaron en la tarea de escritura, donde plasmaron sus impresiones y reflexiones sobre el barrio y su historia. Esta actividad permitió a los estudiantes expresar sus emociones y pensamientos a través de las palabras, complementando así su experiencia en el taller de dibujo.

## Muestra Cuatrimestral 2024

El resultado final del taller de dibujo fue presentado en la Muestra Cuatrimestral 2024, que tuvo lugar en el aula y el patio de la Escuela 15 Arzobispo Mariano Antonio Espinosa. Los estudiantes exhibieron con orgullo sus creaciones, mostrando el progreso y la creatividad que habían desarrollado a lo largo de las clases.

La muestra fue un verdadero éxito, con la presencia de familiares, amigos y miembros de la comunidad que se acercaron para admirar el talento de los jóvenes artistas. Las tazas y sillas dibujadas por los estudiantes reflejaban no solo sus habilidades técnicas, sino también su conexión con el barrio y su historia.

## Impacto en la Comunidad

El taller de dibujo no solo tuvo un impacto positivo en los estudiantes que participaron, sino que también dejó una huella en la comunidad de Barracas. La colaboración entre el autor, Lucio Cantini y la directora Anabella Hallabe permitió que los niños y niñas pudieran explorar su creatividad y aprender sobre la historia y la cultura de su entorno.

Además, la muestra cuatrimestral sirvió como una plataforma para que los jóvenes artistas pudieran compartir su trabajo con la comunidad, generando un sentido de orgullo y pertenencia en ellos. El taller de dibujo demostró que el arte puede ser una poderosa herramienta para transmitir valores y promover la creatividad en los más jóvenes.

En resumen, el taller de dibujo en la Escuela 15 Arzobispo Mariano Antonio Espinosa fue una experiencia enriquecedora tanto para los estudiantes como para la comunidad de Barracas. A través del arte y la creatividad, se logró transmitir valores culturales e históricos, fomentando el amor por el barrio y su historia en las nuevas generaciones.