Saliendo de la función de prensa, mi querida colega Mane Saez soltó una frase que se me quedó pegada: “es el bien contra el mal al ritmo del blues“. Y, honestamente, no la describiría mejor. Porque “Sinners”, la nueva película de Ryan Coogler con Michael B. Jordan a la cabeza, no es solo una historia de vampiros. Es una declaración estética, un grito sobrenatural desde el sur profundo de Estados Unidos, ambientado en 1932, pero con el filo de una navaja recién afilada.
Lo primero que me impactó fue su atmósfera: oscura, sucia, sofocante. Tiene momentos que me recordaron a “Del crepúsculo al amanecer”, esa locura sangrienta de Robert Rodríguez, pero sin copiarle ni una sola gota. Sinners se siente completamente original, desde sus personajes hasta su mitología. Aquí no hay condes ni castillos, sino una violencia espiritual que brota desde los pecados humanos más básicos.
Y es que eso es lo que más me gustó: cómo cada personaje encarna un pecado distinto, y cómo esa representación va más allá de lo obvio. Hay seducción, traición, culpa… pero también redención, y eso le da un peso emocional que no esperaba.
La cinematografía es un banquete visual, con planos que parecen sacados de una pintura gótica y una textura que casi puedes tocar. Pero el alma de Sinners está en la música. Ludwig Göransson se luce con una partitura en la que el blues no solo acompaña: es el lenguaje de los fantasmas, la voz del pasado, el motor que empuja a Smoke y Stack a enfrentar sus demonios.
Ver a Michael B. Jordan en un doble papel —como los gemelos Smoke y Stack— es un placer en sí mismo. Hay humor, sí. Pero también hay momentos inquietantes y otros que te dejan clavado en la butaca.
Si están buscando una película de terror diferente, estilizada y con corazón, Sinners es una de las mejores apuestas del año. Para mí, ya es una de las mejores películas de vampiros que he visto. Sin duda.
⭐️Puntuación EV: 10/10
📽️Estreno: 17 de abril
🤝🏻Agradecimiento: @wbpictureschile
