El cónclave que comienza este miércoles, 7 de mayo, marca un hito histórico en la Iglesia Católica, donde se elegirá al sucesor del Papa Francisco. A medida que el mundo observa con expectación, diversos nombres surgen como posibles aspirantes al papado. Sin embargo, es importante recordar la premisa que prevalece en estos encuentros: “Quien entra Papa, sale cardenal”. En todo caso, alrededor de una veintena de nombres se perfilan como posibles ‘papables’.
Uno de los purpurados que más resuena como posible sucesor es el italiano Pietro Parolin, de 70 años. Como secretario de Estado del Vaticano, Parolin ha sido la mano derecha de Francisco desde su nombramiento el 31 de agosto de 2013. Su papel en la política internacional del Vaticano ha sido fundamental, convirtiéndose en el rostro de la diplomacia vaticana durante el pontificado de Bergoglio. Su experiencia y cercanía al actual Papa lo convierten en un candidato fuerte para liderar la Iglesia en esta nueva etapa.
Italia, que no cuenta con un Papa nacional desde 1978, tiene varios nombres en la lista de candidatos. Uno de ellos es el cardenal Matteo Maria Zuppi, de 69 años, actual presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Otro destacado es el cardenal Angelo Scola, arzobispo emérito de Milán, quien fue un fuerte contendiente en el cónclave de 2013, donde quedó en segundo lugar. Aunque su edad (83 años) le impide votar, sigue siendo elegible.
El cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, también se menciona como un posible candidato. Su trabajo en Tierra Santa y su reciente ofrecimiento al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) para lograr la liberación de niños rehenes han llamado la atención internacional.
Fuera de Italia, otros candidatos europeos incluyen al cardenal Mario Grech, arzobispo de Malta y secretario general del Sínodo de los Obispos, y al cardenal Jean-Marc Aveline, arzobispo de Marsella, quien ha mostrado cercanía a las ideas de Francisco. Además, el cardenal Anders Arborelius de Suecia y el cardenal Péter Erdö de Hungría son nombres que suenan en las quinielas.
Entre los ‘papables’ también se encuentran varios cardenales españoles. El arzobispo de Madrid, José Cobo Cano, de 59 años, ha tenido una carrera meteórica, siendo considerado uno de los más jóvenes en el colegio cardenalicio. Ángel Fernández Artime, un cercano colaborador de Francisco, y el arzobispo de Rabat, Cristóbal López Romero, también están en la lista. Aunque López ha bromeado sobre la locura de desear ser Papa, su nombre sigue resonando en las discusiones.
El cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, ha expresado que nunca ha pensado en ser Papa, pero su experiencia y su interés en la política podrían jugar a favor o en contra. Por último, el cardenal Francisco Javier Bustillo es otro nombre que se suma a esta lista de posibles sucesores.
La diversidad geográfica también se refleja en los candidatos. El cardenal Louis Antonio Gokim Tagle de Filipinas es un nombre que ha ganado popularidad por su enfoque moderno y su conexión con los jóvenes a través de las redes sociales. Si es elegido, sería el primer Papa asiático.
Desde Sri Lanka, el cardenal Albert Malcolm Ranjith también es un candidato fuerte, conocido por su postura tradicional en temas de moralidad. En Estados Unidos, el cardenal Seán Patrick O’Malley, quien ha luchado contra los abusos en la Iglesia, y Timothy Michael Dolan, arzobispo de Nueva York, son otros nombres que aparecen en las listas.
Desde África, el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, quien ya ha participado en dos cónclaves, y el cardenal Fridolin Ambongo de la República Democrática del Congo, son voces importantes que podrían influir en el futuro de la Iglesia. El cardenal Robert Sarah, conocido por sus posturas críticas hacia Francisco, también es un candidato que no puede ser ignorado.
A medida que se acerca el cónclave, el mundo católico y más allá observa con atención quién será el próximo líder de la Iglesia. Con una pluralidad de candidatos que representan diversas tradiciones y enfoques, el próximo Papa enfrentará el reto de guiar a los fieles en un mundo cada vez más polarizado. Las decisiones que tomen durante este cónclave podrían tener repercusiones profundas no solo para la Iglesia Católica, sino también para el panorama religioso global.
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