El 16.º Juzgado Civil de Santiago ha dictado una resolución que pone en el centro del debate la responsabilidad contractual del Colegio Nido de Águilas, ubicado en Lo Barnechea, tras el trágico suicidio de Katy Winter, una estudiante que fue víctima de bullying en el establecimiento. Aunque el tribunal reconoció la responsabilidad del colegio, no admitió la demanda civil presentada por la madre de Katy, argumentando que los hechos estaban prescritos.
El fatídico día fue el 22 de mayo de 2018, cuando Katherine Winter, de apenas 16 años, decidió acabar con su vida en el baño de una sucursal de Starbucks. Este suceso conmovió a la comunidad educativa y familiar, llevando a su madre a interponer una demanda civil contra el colegio por un monto de $350 millones, en concepto de indemnización. Sin embargo, a pesar de que se demostró la responsabilidad del establecimiento, la acción judicial no prosperó debido a la prescripción de los hechos, ya que la demanda se presentó en 2023, más de cinco años después del incidente.
La familia de Katy Winter no se quedó de brazos cruzados. Cuestionaron la interpretación del colegio sobre la prescripción, argumentando que el plazo debería comenzar a contar desde la presentación de la demanda. A pesar de sus esfuerzos, el tribunal se alineó con la postura del colegio, que alegó que había transcurrido el tiempo legalmente establecido para presentar la demanda. Esta decisión dejó a la familia desilusionada, ya que sentían que se hacía justicia en un caso tan sensible y doloroso.
El colegio ya había enfrentado problemas previos relacionados con el acoso escolar. El 6 de mayo de 2019, la Superintendencia de Educación formuló cargos contra el Nido de Águilas, resultando en una multa de 51 UTM, equivalente a más de $3.500.000. Esto ya indicaba que el establecimiento tenía dudas sobre su manejo de situaciones relacionadas con el bullying, y el caso de Katy Winter solo exacerbó estas inquietudes.
La familia de Katy argumentó que el colegio falló en dos aspectos cruciales. Primero, permitieron que Katy saliera del recinto sin la debida autorización. En el día de su fallecimiento, la adolescente se había presentado en el estacionamiento del colegio, donde su familia la dejó, pero ella decidió salir y solicitar un transporte hacia Providencia. Esto plantea serias dudas sobre la efectividad de las medidas de seguridad implementadas por el establecimiento. En defensa, el colegio afirmó que contaba con guardias y cámaras, pero el tribunal consideró que la obligación de cuidado del centro educativo se activa desde el momento en que el alumno ingresa a sus instalaciones. Por lo tanto, se concluyó que hubo un incumplimiento negligente al permitir que Katy abandonara el lugar sin la debida supervisión.
El segundo aspecto señalado por la familia fue la falta de acciones adecuadas por parte del colegio respecto al daño psicológico que la adolescente sufría debido al acoso por parte de sus compañeros. A pesar de que el colegio argumentó que no se podía vincular directamente el suicidio con el acoso escolar, el tribunal destacó que el establecimiento no podía ignorar su obligación de contar con protocolos de actuación en casos de bullying. Se concluyó que no se aplicó un protocolo adecuado para abordar la situación de Katy, lo que podría haber contribuido a su estado emocional y, en última instancia, a su decisión de quitarse la vida.
Tras la publicación de esta controversia, los abogados del Colegio Nido de Águilas, Ciro Colombara y Aldo Díaz, emitieron una declaración en la que defenden la gestión del establecimiento. Señalaron que, al igual que en el ámbito penal, donde no se estableció responsabilidad alguna, el tribunal civil también rechazó la demanda de la familia. Afirmaron que el colegio siempre actuó de manera diligente y que interpondrán los recursos necesarios ante la Corte de Apelaciones y, si es necesario, ante la Corte Suprema.
El caso de Katy Winter es una tragedia que resalta la urgencia de abordar el bullying en los colegios y la importancia de que los establecimientos educativos implementen protocolos adecuados para proteger a sus estudiantes. La responsabilidad de una institución educativa no se limita a educar, sino que se extiende a cuidar el bienestar emocional y psicológico de sus alumnos. La historia de Katy es un recordatorio doloroso de que detrás de cada número hay una vida, una familia y una comunidad que sufre. La pregunta que queda es: ¿están los colegios realmente preparados para enfrentar el bullying y proteger a sus estudiantes?
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