En un conmovedor suceso que ha conmovido a la sociedad argentina, Juan Carlos Leiva, un hombre que vivía en situación de calle en la ciudad de Mendoza, falleció tras negarse a abandonar a su querido perro, Sultán. La historia de Juan, que refleja el profundo lazo entre humanos y animales, pone de manifiesto no solo la lucha por la supervivencia, sino también la importancia de la lealtad y la amistad en los momentos más difíciles de la vida.
Desde hace un tiempo, Juan Carlos Leiva había encontrado refugio en la entrada de un edificio situado en la calle Perú, en el microcentro de Mendoza. Allí, bajo un pequeño techo que lo protegía de las inclemencias del tiempo, compartía su vida con Sultán, su fiel compañero. Mientras las temperaturas en Argentina caían drásticamente, Juan prefería enfrentar el frío antes que separarse de su mascota, una decisión que eventualmente le costó la vida.
Según reporta el medio TN, el hombre rechazó en múltiples ocasiones la oportunidad de ser llevado a un refugio, incluso cuando su salud comenzó a deteriorarse. La negativa de Juan a recibir atención médica fue un acto de amor hacia Sultán, a quien no quería dejar solo en un mundo que ya le había mostrado su lado más cruel.
María del Carmen Navarro, una vecina y trabajadora de limpieza en el edificio donde Juan solía quedarse, se convirtió en una figura clave en sus últimos días. Consciente de la delicada situación de Juan, María intentó convencerlo de que buscara atención médica. “Yo le decía que fuera al hospital, que yo me quedaba con el perro, pero no quería dejarlo solo. Me decía balbuceando que cómo iba a hacer para buscarlo después”, comentó la mujer, subrayando el profundo vínculo que existía entre el hombre y su mascota.
El 26 de mayo, María notó que Juan estaba en un estado crítico. “Estaba agitado, no respiraba bien, tenía los ojos llenos de lagañas, no podía sentarse solo”, describió con angustia. Después de muchas insistencias, finalmente aceptó ir al hospital, pero solo bajo la condición de que María se hiciera cargo de Sultán.
Una vez en el hospital Scaravelli de Tunuyán, se supo que Juan padecía de EPOC, neumonía y problemas cardíacos. Lamentablemente, a pesar de recibir atención médica, falleció solo, sin que su hijo, que también se encontraba en situación de calle, pudiera localizarlo. Este desenlace tan trágico plantea preguntas sobre las condiciones de los refugios y el sistema de apoyo para las personas en situación de vulnerabilidad.
El Gobierno provincial argumentó que Juan no quería ir a un albergue, pero María refutó esta afirmación, indicando que las condiciones en los refugios eran inadecuadas. “No lo dejaban entrar con el perro y cuando lo hicieron, lo golpearon. A veces venía con moretones”, reveló la mujer, evidenciando una realidad que muchos desconocen sobre el trato que reciben las personas en situación de calle.
Tras la muerte de Juan, María se comprometió a cumplir la promesa hecha al hombre: cuidar de Sultán. Como ya tenía otros animales rescatados, decidió buscarle una nueva familia al perro. Fue así como la hija de los dueños de un kiosco de la zona, quienes conocían a Juan y Sultán, adoptó al perro. “Ahora duerme calentito, con un abrigo azul, en un sillón de su nueva casa. Le dije a Juan que estaba cumpliendo mi promesa: que Sultán tuviera un buen hogar”, afirmó María, aliviada de haber podido cumplir con el deseo de su amigo fallecido.
La historia de Juan Carlos Leiva es un recordatorio poderoso de la conexión que puede existir entre un ser humano y su mascota. A pesar de la adversidad y la pobreza, Juan eligió permanecer al lado de Sultán, demostrando que los valores de lealtad y amor trascienden incluso en las situaciones más difíciles. Su trágica muerte pone de relieve la necesidad de mejorar las condiciones de vida para las personas en situación de calle y de garantizar que sus derechos y dignidad sean respetados.
En un mundo donde a menudo se ignoran las necesidades de los más vulnerables, la historia de Juan y Sultán resuena como un llamado a la acción. Es un recordatorio de que, más allá de las circunstancias, el amor y la amistad pueden ser las fuerzas más poderosas que nos acompañan en la vida.
Con información de El Cooperante
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