El ajedrez en Cuba ha sido un pilar fundamental de su cultura, más que un simple juego, se ha convertido en una institución venerada en la isla. La historia del ajedrez cubano está marcada por figuras icónicas como José Raúl Capablanca, quien se consagró como Campeón Mundial de Ajedrez en 1921 al derrotar a Emanuel Lasker en La Habana. Este triunfo no solo elevó el estatus del ajedrez en Cuba, sino que también solidificó la identidad de Capablanca como un ícono del ajedrez cubano. Sin embargo, la historia de este juego en Cuba se remonta aún antes de Capablanca, ya que fue Cristóbal Colón quien introdujo el ajedrez en la isla en el siglo XV, aunque su popularidad no se consolidó sino hasta el siglo XIX.
Durante el gobierno de Fidel Castro, el ajedrez experimentó un auge significativo en Cuba. Castro, junto con el Che Guevara, promovió el ajedrez como una herramienta para enriquecer la cultura y la educación en la isla. En 1966, se llevaron a cabo las Olimpiadas de Ajedrez en La Habana, un evento que atrajo la atención a nivel internacional y demostró el compromiso de Cuba con este deporte. Se brindó apoyo a equipos de 58 países, incluyendo transporte y alojamiento, resaltando la importancia del ajedrez en la política cultural cubana.
El gobierno cubano implementó campañas de alfabetización que incorporaron el ajedrez en el plan de estudios de las escuelas, inspirado por el entusiasmo de Capablanca por enseñar a los jóvenes este juego. En la actualidad, el Instituto Iberoamericano de Ajedrez (ISLA) en La Habana continúa fomentando nuevos talentos a través de clases gratuitas para niños, promoviendo el ajedrez como una combinación de estrategia, lógica y expresión artística. Este instituto también destaca las ventajas cognitivas y creativas que el ajedrez puede brindar a los jóvenes.
A pesar de la rica tradición ajedrecística en Cuba, el acceso limitado y costoso a Internet representa un desafío significativo para los jugadores de la isla. La mayoría depende de routers Wi-Fi en espacios públicos y parques para conectarse, dificultando su participación en competencias internacionales y torneos en línea. Para abordar estos obstáculos y honrar el legado de Capablanca, destacados jugadores como Pablo Salcedo Mederos han organizado torneos en línea gratuitos, como el Memorial Capablanca.
La cultura del ajedrez sigue siendo una parte integral de la vida cultural en Cuba, con los cubanos participando activamente en torneos y eventos televisados, demostrando su pasión por el juego. La dedicación de jugadores como Salcedo refleja la resiliencia de la comunidad ajedrecística cubana, que continúa celebrando su rica herencia en este deporte. El legado de Capablanca y la importancia del ajedrez en la identidad cubana están asegurados por la pasión de sus jugadores y la brillantez histórica de figuras como él.
El patrimonio ajedrecístico de Cuba es un testimonio del profundo afecto de la isla por este juego, caracterizado por la innovación y la resistencia. Los aficionados cubanos al ajedrez trabajan arduamente para preservar su legado y garantizar que la memoria de Capablanca perdure para las futuras generaciones.