Desde 2016, los venezolanos que llegan a Chile tienen el calor de un hogar a disposición. Emigrar no es tarea fácil, llegar a un país diferente puede significar un choque para el que muchos no están preparados. Por eso, surgió la iniciativa del Refugio de Venezolanos en Chile, en la comuna de Puente Alto.
El pastor chileno Bernabé Bazán, a través de su iglesia Centro de Alabanza y Proclamación, comenzó a recibir venezolanos a mediados de noviembre de ese año. Cada uno, con una historia diferente, pero con la misma vulnerabilidad de quien llega sin nada.
Recibir a venezolanos va más allá de cualquier acto altruista: es una oportunidad de ayudarlos a dar sus primeros pasos y socorrerlos en caso de necesitarlo.
“Estamos para ayudarlos en sus momentos más difíciles. Muchos de los que llegan al país, no tienen recursos. Lograron entrar con lo poquito que tenían, no tienen dónde llegar, no tienen amigos o familiares cercanos en el país. El refugio les brinda la oportunidad de darles una cama, alimentos, y todo lo que necesiten”, contó Daniel Rincón, director institucional del refugio.
Quién llega
Dos semanas de caminata bastarían a cualquiera para flaquear. No es el caso de los venezolanos que arriban a Chile y solicitan un espacio en el refugio. Gente que, en medio de su desespero, salta a la carretera a buscar un mejor futuro.
También es común ver núcleos familiares completos, padre, madre e hijos, que llegan luego de numerosos aventones en camiones y gandolas. Lo que comparten todos es la urgencia por salir de Venezuela, de la manera que sea, con los recursos que se tengan.
“El refugio tiene una capacidad de 75 personas, y actualmente está copado. Aquí no se llega a vivir, es un espacio de transición”, explicó Rincón. Tienen una permanencia de entre tres y cuatro meses, tiempo en que la persona puede estabilizarse con un empleo, arrendar un departamento y vivir por sus medios”.
Los venezolanos se convirtieron en la comunidad extranjera más numerosa de Chile, desplazando a la peruana, con más de 288 mil bolivarianos en tierras australes. Razón por la cual se incrementa la importancia de lugares y labores como la del refugio de Puente Alto.
En familia
La mayoría de los refugiados se congregan en horas nocturnas. Se reúnen para conversar, cocinar, contar chistes, anécdotas, pesares. “Siempre buscan mantener una sonrisa y el compromiso de que volverán a estar juntos a sus seres queridos y amigos”.
Para poder recibir el cobijo del refugio, tuvieron que presentar su comprobante de PDI, su pasaporte o antecedentes penales venezolanos, como requisito indispensable para su registro.
Luego de esto, Luis Durán, un pastor venezolano, realizará una entrevista, a modo de evaluación, para conocer un poco más a la persona o las familias que soliciten albergue. Conocer los motivos de su arribo, su situación emocional, espiritual, su visión.
En el albergue encontrarán lo necesario, pero nunca está de más la ayuda que puedan dar las instituciones o particulares: “Tenemos tres grandes necesidades. La primera es de alimentos no perecederos y proteínas; la segunda es de frazadas, sábanas, colchones. Y la tercera es de materiales para poder realizar mejoras a las instalaciones, ya que el invierno se acerca”.
Y mientras venezolanos transitan por sus instalaciones, el refugio se va consolidando como un hogar lejos de casa, ayudando a los más necesitados en sus momentos más difíciles. El agradecimiento no alcanza para tan solidaria acción.