AP. Lima. Cuando Johan Álvarez no pudo dar más que una comida al día a su joven familia, supo que era hora de partir de Venezuela.
Con su esposa y su pequeño hijo, este hombre de 25 años inició un largo recorrido en autobús a través de tres países para llegar a Perú a principios de año.
Ahora es parte de una creciente cantidad de venezolanos que piden ser reconocidos como refugiados.
Un informe de las Naciones Unidas difundido el miércoles indica que los venezolanos representan el grupo más grande del mundo de solicitantes nuevos de asilo. Uno de cada cinco pedidos de asilo hechos en el 2018 fue de venezolanos, que superan las solicitudes de afganos y sirios.
Venezuela, sin embargo, no está en medio de una guerra y muchos países se muestran reticentes a dar a estos migrantes el status de refugiados.
Un día nublado reciente en Lima, Álvarez hizo cola junto con un centenar de venezolanos que solicitaban asilo, con la esperanza de que el hambre que pasaba su familia en Venezuela alcance para que le den el status de refugiado.
“No es una guerra de armas”, afirmó. “Pero sí es una guerra de supervivencia”.
La crisis de Venezuela se prolonga sin visos de solución y grandes cantidades de venezolanos deciden irse. La ONU calcula que en estos momentos hay unos 4 millones de venezolanos viviendo en el exterior, una cuarta parte de los cuales se fueron desde noviembre. La Organización de Estados Americanos cree que para el 2020 esa cifra podría llegar a 7,5 millones.
La definición más usada de refugiado abarca a toda persona que escapa de su patria por persecución, guerra o violencia. Los solicitantes de asilo generalmente deben demostrar que no pueden regresar a sus países por temor a ser perseguidos por su raza, religión, nacionalidad, opinión política o afiliación a determinado grupo.
Una definición más amplia de la Declaración de Cartagena de 1984 incorpora a personas que le escapan al hambre y la pobreza derivados de la descomposición del estado de derecho, algo que experimentan hoy numerosos venezolanos.
Hasta ahora, más de 460.000 venezolanos han pedido asilo, incluidos casi 350.000 tan solo en el 2018, de acuerdo con la ONU. Una gran cantidad de esas solicitudes se hacen en Perú, donde residen hoy unos 800.000 venezolanos.
El año pasado Perú recibió 192.500 solicitudes, una cifra asombrosa que hace que los pedidos se acumulen y las respuestas se demoren. Solo un millar de venezolanos recibieron asilo hasta ahora.
A nivel mundial, unos 21.000 venezolanos recibieron el status de refugiados.
El informe de la ONU del miércoles señala que la crisis migratoria venezolana tiene cada vez más “características de una situación de refugiados” y que está claro que las consideraciones de protección internacional “son aplicables a la mayoría de los venezolanos”. Esas protecciones pueden evitar sus deportaciones.
“Las personas saliendo de Venezuela cada vez lo hacen en una situación más complejo”, expresó Federico Agusti, representante en Perú de la agencia de refugiados de la ONU. “No es solamente una crisis humanitaria. El hecho de que han tenido que salir es que su vida se encuentra amenazada”.
David Smolansky, líder opositor venezolano que se fue a través de la selva brasileña, es hoy el coordinador de un grupo de trabajo sobre migrantes de la OEA. Ha estado viajando por América Latina, alentando a las naciones a que apliquen la Declaración de Cartagena, firmada por varias de las naciones a las que llegan hoy los venezolanos.
“Si les das el status de refugiados, eso garantizará su protección”, manifestó. “Creo que eso generará un compromiso de la comunidad internacional para cooperar más”.
Aceptar una definición más amplia de lo que constituye un refugiado es algo particularmente relevante en Colombia, donde hay una enorme cantidad de venezolanos viviendo.
A pesar de que hay aproximadamente 1,3 millones de venezolanos en Colombia, esa nación recibió hasta ahora solo 2.729 solicitudes de asilo, de acuerdo con la ONU. Muchos migrantes se resisten a hacer la solicitud porque el proceso puede tomar dos o tres años. Otros creen que solo serán tomados en cuenta los casos graves de persecución política o deserción.
Gabriel Valles es uno de los que esperan ser aceptados por tener un caso muy sólido.
Este ingeniero de sistemas y activista opositor de 32 años se pasó más de dos años detenido en un penal de alta seguridad manejado por los servicios de inteligencia y que se encuentra cinco pisos bajo tierra, conocido como “La Tumba”.
No había ventanas y las luces estaban casi todo el tiempo encendidas, según relató.
La única forma de saber si era de día o de noche era el ruido de un tren subterráneo que pasaba por la zona. Si los trenes circulaban con frecuencia, debía ser de día, razonaba.
“Me preguntaba siempre si la gente que caminaba por el metro de Caracas tenía conciencia remota de que bajo de ello existían más cosas… un sitio donde encierran gente”, expresó.
Fue trasladado a otra cárcel y luego liberado, después de estar casi cuatro años preso. Posteriormente pidió asilo político en Colombia.
Valles tiene actualmente un permiso de 90 días para vivir y trabajar en el país. Si bien puede ser renovado repetidas veces, afirma que las empresas se muestran renuentes a contratarlo al no tener garantías de que podrá permanecer legalmente en el país más de tres meses.
Muchos compatriotas suyos enfrentan situaciones más duras todavía. Un tercio de los venezolanos en Colombia no tienen un status legal, lo que los obliga a aceptar trabajos mal pagados, en los que a veces son víctimas de abusos.
“El trato hacia los venezolanos en Colombia debe ser como refugiados”, sostuvo. “Por muchas razones que van más allá de que si haya o no un conflicto bélico”.
Varios países, incluida Colombia, siguen expulsando a los migrantes a pesar de los peligros que pueden enfrentar en sus naciones, mientras que otros enfrentan una cantidad de cuestiones adicionales.
Estados Unidos recibió unas 81.800 solicitudes de asilo de venezolanos y el presidente Donald Trump dijo hace poco que su gobierno analiza la posibilidad de concederles un status de protección temporal a miles de venezolanos.
Pero Niels Frenzen, profesor de derecho y director de un programa de inmigración de la Universidad de Sur de California, dijo que el TPS (siglas en inglés de ese status) plantea a Trump un delicado dilema político ya que el mandatario tiene posturas duras hacia la inmigración.
“Tienes todos estos deseos políticos contradictorios, al menos en el actual gobierno de Estados Unidos”, declaró Frenzen.
En Perú, la cantidad de pedidos de asilo aumenta en parte porque es más fácil hacer la solicitud. Los venezolanos pueden presentar sus solicitudes en la frontera, que es una de las pocas formas en que pueden ingresar tras la implementación de nuevos requisitos que hacen casi imposible entrar sin pasaporte.
Para Álvarez, solicitar ese status era la mejor opción.
Dijo que el dinero que ganaba trabajando en una licorería de Venezuela alcanzaba solo para comer una vez al día. Cuando su hijo recién nacido se hizo anémico y padeció de desnutrición, decidió irse.
“Sentía que mi estómago se consumía por dentro”, expresó.
Un pariente que vivía en el exterior le envió 450 dólares para el largo recorrido a Lima, donde trabaja en una fábrica de velas. Ganan solo 329 dólares al mes, pero su familia come tres veces al día.
Volver a Venezuela sería como volver a un país en guerra.
“La guerra está con los que venden la comida, con los hospitales, con el gobierno, con muchos sectores”, indicó. “Quiero la condición de refugiado porque busco un mejor futuro para mi hijo”.