AP. Durante décadas, Plácido Domingo, uno de los hombres más poderosos y elogiados en el mundo de la ópera, ha intentado presionar a mujeres para que tengan relaciones sexuales con él, prometiendo empleos y en ocasiones tomando represalias contra las carreras de aquellas que rechazan sus proposiciones, dijeron numerosas acusadoras a The Associated Press.
A sus 78 años, todavía llena salas de conciertos alrededor del mundo y continúa sumando a los 150 papeles que ha cantado en más 4.000 presentaciones, más que ningún otro cantante de ópera.
Sin embargo, sus acusadoras y otras personas en la industria dicen que Domingo tiene un lado problemático: un secreto a voces desde hace tiempo en el mundo de la ópera.
Ocho cantantes y una bailarina dijeron a AP que fueron acosadas sexualmente por el superastro español, que lleva décadas casado. Los incidentes ocurrieron a lo largo de tres décadas desde finales de la década de 1980, en ocasiones en compañías de ópera en las que él ocupaba altos puestos directivos.
Una acusadora dijo que Domingo metió la mano bajo su falda, y otras tres dijeron que las besó por la fuerza en la boca en lugares como un vestuario, un cuarto de hotel y un almuerzo de trabajo.
“Una comida de trabajo no es rara”, dijo una de las cantantes. “Que alguien intente agarrarte la mano durante una comida de trabajo es raro, o que te ponga la mano en la rodilla es un poco raro. Siempre te estaba tocando de alguna manera, y siempre besándote”.
Además de las nueve acusadoras, otras seis mujeres dijeron a la AP que las proposiciones sexuales de Domingo las hicieron sentir incómodas. Una cantante dijo que le pidió varias veces salir en una cita tras contratarla para cantar una serie de conciertos con él en la década de 1990.
La AP también habló con cerca de una treintena de cantantes, bailarines, músicos de orquesta, personal técnico, maestros de canto y administradores, que dijeron haber presenciado comportamiento inapropiado de índole sexual por parte de Domingo, y que el cantante perseguía a mujeres más jóvenes con impunidad.
Domingo no respondió a preguntas detalladas de AP sobre incidentes concretos, pero emitió un comunicado en respuesta: “Las acusaciones de estas personas no identificadas, que se remontan hasta 30 años, son profundamente preocupantes, e inexactas tal como se describen”.
“Aun así, es doloroso saber que puedo haber molestado a alguien o haberles hecho sentir incómodas, sin importar cuánto tiempo haya pasado y pese a mis mejores intenciones. Yo creía que todas mis interacciones y relaciones fueron siempre bienvenidas y consensuadas. La gente que me conoce o ha trabajado conmigo sabe que no soy alguien que dañe, ofenda o avergüence a nadie a propósito”, añadió.
“Sin embargo, reconozco que las normas y estándares por los que se nos mide hoy —como debe ser— son muy diferentes de lo que eran en el pasado. He tenido la bendición y el privilegio de haber tenido una carrera de más de 50 años en la ópera y me atendré a los estándares más altos”.
Siete de las nueve acusadoras dijeron a la AP que sintieron que sus carreras se vieron perjudicadas tras rechazar las propuestas de Domingo, y algunas señalaron que el artista les prometió papeles que nunca se concretaron. Varias dijeron que aunque trabajaron con otras compañías, nunca volvieron a ser contratadas para trabajar con él.
Sólo una de las nueve mujeres aceptó ser identificada: Patricia Wulf, una mezzosoprano que cantó con Plácido Domingo en la Ópera de Washington. Las demás solicitaron anonimato, indicando que o bien siguen trabajando en el sector y temen represalias o temen ser humilladas públicamente e incluso acosadas.
Los testimonios de las acusadoras muestran patrones muy similares de comportamiento, en los que Domingo las contactó de forma persistente —a menudo llamándolas repetidas veces a sus casas por la noche—, expresó interés en sus carreras y las instó a reunirse con él en privado con el pretexto de ofrecerles consejo profesional.
Ninguna de ellas pudo ofrecer documentación como mensajes telefónicos, pero la AP habló con muchos colegas y amigos en los que habían confiado. Además, la AP verificó de forma independiente que las mujeres trabajaron donde dijeron y que Domingo coincidió con ellas en esos lugares.
Dos de las mujeres dijeron haber cedido brevemente a las proposiciones de Domingo pues creían que podían poner en peligro sus carreras rechazando al hombre más poderoso de su profesión.
Una de ellas dijo que tuvo relaciones sexuales con él dos veces, incluida una en el hotel Biltmore de Los Ángeles. Cuando Domingo se fue para una actuación, señaló la mujer, dejó 10 dólares en la mesilla de noche y dijo: “No quiero que te sientas como una prostituta, pero tampoco quiero que tengas que pagar por el estacionamiento”.
Muchas de las acusadoras dijeron que muchos colegas les advirtieron en repetidas ocasiones que no estuvieran nunca a solas con Plácido Domingo, ni siquiera en un elevador. Si lo acompañaban a almorzar o cenar, lo hicieran en un sitio público y se abstuvieran de consumir alcohol.
Las mujeres que hicieron las acusaciones eran en su mayoría jóvenes y estaban comenzando entonces sus carreras.
Varias dijeron haber tomado medidas extremas para evitar a Domingo, como dejar de usar el baño más cercano a su oficina, pedir a colegas que permanecieran junto a ellas mientras trabajaban y no responder llamadas a sus casas.
La bailarina llamaba su técnica para evitar al cantante “un amague, una risita y te vas”, y una soprano la etiquetó como “andar en la cuerda floja”.
La influencia de Domingo en el mundo de la ópera es tan grande, que Wulf fue la única persona entre las decenas que hablaron con la AP que accedió ser identificada. Y muchos de los que hablaron lo hicieron renuentemente, por miedo a represalias pero también por no querer causar daños colaterales a la industria misma.
Pero finalmente, aquellas que hablaron con AP dijeron que se sintieron animadas por el movimiento #MeToo y decidieron que la manera más efectiva de atacar la conducta sexual inapropiada arraigada en su industria era denunciando el comportamiento de la figura más prominente de la ópera.
“Existe una tradición oral de alertar a las mujeres sobre Plácido Domingo”, dijo una mezzosoprano que trabajó en la Ópera de Los Ángeles pero que no está entre las acusadoras. Hizo eco del consejo que varias mujeres dijeron haber recibido:
“Eviten interactuar con él a toda costa. Y definitivamente no estén a solas con él”.
″¿Voy a ser su blanco o no?”
Otra mezzosoprano que está entre las acusadoras tenía 23 años y cantaba en el coro de la Ópera de Los Ángeles cuando conoció al superastro en 1988.
Durante un ensayo de “Los cuentos de Hoffman”, fue seleccionada para besar a Domingo en la escena de una orgía. Dijo que recuerda haberse limpiado la saliva del cantante de la cara tras un torpe beso húmedo y que él le susurró: “Desearía que no estuviéramos en el escenario”.
Luego de ese incidente, Domingo empezó a llamarla a casa a menudo, aunque ella no le había dado su número. Le dijo que era una cantante talentosa con un futuro prometedor y que quería ayudarla.
“Yo aún no había comenzado mi carrera. Me sentí completamente halagada. Y anonadada. Y emocionada”, contó. “Entonces se tornó más aterrador”.
“Decía cosas como: ‘Ven a mi apartamento. Cantaremos unas arias. Te asesoraré. Me encantaría escuchar lo que puedes hacer para una audición’”, dijo.
Durante los tres años siguientes, señalo, él la hizo sentir incómoda por sus muestras de afecto, rodeando su cintura con el brazo o besándola en la mejilla demasiado cerca de la boca. Conocía la clave para entrar a su camerino y lo hacía sin invitación, dijo, con lo que ella supuso que pretendía verla sin ropa.
Domingo era un asesor artístico de la Ópera de Los Ángeles en los 80 cuando alcanzó el estrellato global. La revista Newsweek lo apodó “El Rey de la Ópera” en un reportaje de 1982 y apareció en programas de televisión populares como “Sesame Street”, donde un personaje, Plácido Flamingo, fue nombrado en su honor. Su colaboración con los “Tres Tenores”, junto al difunto Luciano Pavarotti y José Carreras, produjo la grabación clásica más vendida de todos los tiempos.
En vez de ofender a Domingo y arriesgar futuros empleos, la mezzosoprano dijo que se esforzó por evitar quedarse a solas con él al tiempo que intentaba que no se sintiera insultado. Pero él no captó la indirecta, dijo la cantante, y reanudó sus intentos inoportunos cada vez que volvía a Los Ángeles.
Una noche, dijo, aceptó reunirse con Domingo alrededor de las 11 de la noche “y entonces tuve todo un ataque de pánico. Me puse como loca, y dejé de contestar al teléfono. Él llenó el contestador, llamándome hasta las 3:30 de la mañana”.
Dijo que no reportó su conducta porque “eso sencillamente no se hacía” y también temía que cualquier tropiezo arruinaría la carrera de ella.
Cantantes y administradores “sonreían y se encogían de hombros”, dijo. “Todos me veían corriendo para evitarlo y se reían. Así lidiaban todos con Plácido”.
Una persona que trabaja entre bambalinas dijo que muchos sentían que Domingo perseguía a la mezzosoprano “de una manera que ella no quería. Todos éramos conscientes de eso”. Y un cantante y amigo dijo a la AP que recuerda que la cantante le pidió su consejo para navegar la situación.
La mezzosoprano dijo que cada vez que el astro volvía a Los Ángeles tenía que prepararse psicológicamente. “Solía prepararme cuando él estaba en la ciudad, pensando, ‘¿Voy a ser su blanco o no? ¿Qué voy a decirle cuando me invite otra vez? ¿Cómo me voy a salir de esto?’”
En 1991, dijo, “finalmente cedí y dormí con él. Se me acabaron las excusas. Fue como ‘OK, supongo que esto es lo que tengo que hacer’”.
La mujer dijo que tuvo relaciones sexuales con Domingo en dos ocasiones, una en el apartamento de él en Los Ángeles y otra en el hotel Biltmore, donde él dejó el dinero en la mesilla.
Dijo que el superastro mencionó su “superstición de que tenía que estar con una mujer antes de un espectáculo” para relajarse y calmar sus nervios.
“Cantaré mejor, y todo será gracias a ti”, contó que él le dijo antes de dejarle los 10 dólares para el estacionamiento.
Ella cortó el contacto físico tras el segundo encuentro, una decisión que está segura le costó su carrera con la Ópera de Los Ángeles.
“Para alguien que llamaba y trataba de verme cada año, cada vez que estaba en la ciudad, el que nunca me haya vuelto a contactar ni contratado es bastante conveniente”, dijo.
″¿Cómo decirle no a Dios?”
La Ópera de Los Ángeles anunció en 1998 que Domingo sería su director artístico, tras haber trabajado por años para la compañía como asesor.
Una joven cantante que conoció a Plácido Domingo ese año en un ensayo dijo que éste de inmediato comenzó a llamarla a su casa.
“Decía, ‘voy a hablarte como el futuro director artístico de la compañía’” y discutía posibles papeles para ella, contó. “Entonces bajaba el tono de voz y decía, ‘ahora voy a hablarte como Plácido’”, y le pedía que saliera con él ya sea a beber algo en Santa Mónica, ver una película o ir a su apartamento para que él pudiera prepararle un desayuno.
Durante una de sus frecuentes visitas sin invitación a su camerino, Domingo admiró su ropa, se inclinó para besarle las mejillas y colocó una mano al lado de su pecho, recordó.
Desde un principio la cantante, que tenía 27 años y estaba empezando su carrera, dijo que se sintió aterrorizada y atrapada.
“Estaba totalmente intimidada y sentí que decirle no a él sería como decirle no a Dios. ¿Cómo le dices que no a Dios?”, dijo.
Las llamadas continuaron, y ella dejó de contestar el teléfono. En persona le daba excusas, señaló. Estaba ocupada, estaba cansada y era una mujer casada. Dijo que Domingo en una ocasión le respondió: “Es una pena que tu esposo no entienda tu carrera”.
Tras una actuación, la cantante dijo que se fue a casa y respondió una llamada telefónica, y que escuchó con profunda desazón la voz de Domingo.
Él le dijo que tenía champaña y le preguntó si podía pasar a buscarla para que pudieran celebrar la función. En ese momento, dijo, se rindió a “una sensación de catástrofe inminente”, de que “no iba a tener una carrera en la ópera si no cedía”.
“Me vino a recoger en su BMW y me subí al auto con él. Él estaba muy emocionado. Me estaba tocando la rodilla. Me puse en modo actuación para poder vivir conmigo misma”, dijo. Contó que fueron a su apartamento cerca del pabellón Dorothy Chandler de la ópera, donde los aguardaba el champán.
“Estábamos sentados en el sofá en un momento, y él empezó a besarme”, dijo. Entonces él la llevó a su habitación y le quitó la ropa antes de desvestirse, y practicaron “toqueteos” y “manoseos”.
Domingo continuó buscándola en los días y semanas siguientes, llamándola repetidas veces. “Me sentí como una presa. Sentí como si me estuviera cazando”, dijo.
Al final, le dijo a Domingo que las llamadas tenían que parar y le recordó que ella era una mujer casada.
“No estaba preparada para cuánto iba a afectar esto mi autoestima, y la vergüenza por lo sucedido y por pensar quién lo sabía y si pensaban que por eso tuve una oportunidad o un papel”, señaló. “Comencé a dudar de mi propio talento y habilidades”.
El esposo de la cantante confirmó a la AP que ella le dijo en esa época que Domingo la estaba llamando persistentemente y que “eventualmente fue bastante claro que él le estaba haciendo proposiciones sexuales”. Cuando ella le confesó lo sucedido con Domingo, el esposo dijo que su descripción del comportamiento del superastro lo convenció de que “la única manera de salir de eso era cediendo, o dándole un duro no y renunciar a todo lo relacionado con su carrera”.
Una amiga y colega de la cantante dijo a la AP que recuerda que ésta le dijo que Domingo la estaba inundando con llamadas e ignorando sus solicitudes de parar. La cantante perdió mucho peso y desarrolló problemas con los nervios, dijo la colega.
“Fue como ver a alguien ser asesinada psicológicamente”, dijo la colega. “Se hizo más y más pequeña como persona”.
La cantante dijo que una vez que Domingo asumió el control de las decisiones de reparto en la Ópera de Los Ángeles en 2000, nunca volvió a contratarla.
Ahora con 49 años y retirada, dijo que la acecha el miedo de que ceder a Domingo haya podido mitigar cualquier crimen del cantante.
“Todavía lucho con la sensación de que me decepcioné a mí misma, obligándome a aceptar y haciendo mi trabajo cuando debí haber armado todo un escándalo”, dijo.
“¿Tienes que irte a casa esta noche?”
Patricia Wulf, otra mezzosoprano que trabajó con Domingo, dijo que éste la confrontaba noche tras noche con la misma pregunta susurrada.
“Cada vez que yo salía del escenario, él estaba entre bastidores esperándome”, dijo. “Venía directo hacia mí, acercándose tanto como podía, ponía su cara justo en mi cara, bajaba la voz y decía, ‘Patricia, ¿tienes que irte a casa esta noche?’”
Al principio, dijo, ella se reía nerviosa ante las declaraciones de Plácido Domingo, aun cuando las consideraba ofensivas. Pero cuando él persistió, dejó en claro su posición.
“Le decía, ‘¡Sí! Tengo que irme a casa esta noche’. Y me iba”.
Era 1998 y la carrera de Wulf estaba despegando en la Ópera de Washington, donde Domingo fungió como director artístico de 1996 a 2003 y como director general de 2003 a 2011.
La cantante, entonces de 40 años, había sido contratada para dos papeles como solista ese año, primero en una producción de “La flauta mágica” y más tarde en “Fedora”, que Domingo protagonizó con la gran soprano italiana Mirella Freni. La oportunidad de trabajar con estrellas de tanto renombre representaba un punto álgido en su carrera, dijo, pero la experiencia pronto se convirtió en una pesadilla.
En una entrevista en su casa en Virginia, Wulf, ahora de 61 años, contuvo las lágrimas al narrar cómo, tras haber dedicado años al entrenamiento de su voz, finalmente llegó a un gran escenario sólo para enfrentar un aprieto que no sabía cómo manejar.
“Tienes que entender que cuando un hombre tan poderoso — él es casi como un Dios en mi industria — se acercaba y me decía eso, lo primero que se me pasaba por la cabeza era ‘¿¡qué!?’”
“Pero una también piensa tan pronto como se aleja, ‘¿acabo de arruinar mi carrera?’ Y eso continuó toda esa producción”, agregó.
Wulf dijo que la persecución de Domingo no parecía tener límites.
“Llegó a un punto en el que cuando me bajaba del escenario trataba de escabullirme tras una columna, y él todavía conseguía la manera de encontrarme”, dijo.
Contó que Domingo a menudo tocaba la puerta de su camerino y que temía salir si él estaba en el pasillo: “Abría la puerta y me asomaba para ver su estaba ahí. Si estaba ahí, esperaba”.
Dijo que cuando llevó a su esposo, Richard Lew, a la fiesta por el estreno de “La flauta mágica”, Domingo “se me acercó, me tomó la mano, me besó ambas mejillas y me susurró al oído, ‘me gustaría conocer a mi rival’”.
Lew dijo a la AP que después de cada función le preguntaba a su esposa, ”¿Sucedió de nuevo? ¿Te dijo lo mismo?” Agregó que “en determinado momento, no tenía que preguntar. Podía deducirlo por lo molesta que estaba”.
Wulf recordó la compasión de un colega que le ofreció alzarse en su defensa si quería denunciarlo. “No lo van a despedir a él, me van a despedir a mí”, recuerda haberle dicho.
Al ser contactado por la AP, el excolega recordó lo incómoda que estaba Wulf y que la acompañaba hasta su auto en el trabajo porque temía estar sola.
Wulf dijo que Domingo no la tocó físicamente pero que no tenía dudas de sus intenciones.
“Absoluta y ciertamente, eso era acoso sexual”, dijo. “Cuando un hombre se te acerca de esa manera y te pregunta con una sonrisa burlona si tienes que irte a casa, repetidas veces, no puedo concluir más que él quería acostarse conmigo. En especial con su reputación para eso”.
“Eso afectó la manera en que lidié con los hombres el resto de mi carrera operística y el resto de mi vida”, agregó.
Wulf dijo que se está pronunciando porque el silencio en torno a lo que llamó el “secreto conocido” del comportamiento de Domingo se ha extendido demasiado tiempo. “Me pronuncio porque espero poder ayudar a que otras mujeres se pronuncien, o sean lo suficientemente fuertes como para decir no”, señaló.
“Quedé congelada de miedo”
Otra cantante que trabajó en Los Ángeles a mediados de la década de 2000 dijo a la AP que ya conocía la reputación de Domingo cuando éste mostró un gran interés por su carrera, y se aseguró de tener siempre una excusa para marcharse justo después de trabajar.
“Al principio, no tenía miedo. Pensé que podía manejarlo”, dijo, apuntando que él era persistente pero no agresivo físicamente.
Sin embargo, una noche tras el ensayo la tomó por sorpresa al preguntarle si podía llevarlo a su casa.
“La idea era ridícula: ¿Por qué no iba a tener Plácido Domingo cómo llegar a su casa?”, dijo. “Pero, ¿qué iba a hacer?”.
A mitad de camino, dijo, él le puso la mano en la pierna y cuando estaban llegando a su edificio le dijo que estacionara frente a una entrada lateral.
Entonces “se inclinó e intentó besarme”, y la invitó a subir, pero ella le dijo que tenía otros planes.
Varias semanas más tarde, señaló, Domingo se le acercó una noche que sabía que tenía trabajo hasta tarde.
Le dijo: “He estado tratando de trabajar contigo en esta aria por semanas. De verdad me gustaría escucharte cantar este papel. ¿Puedes venir a mi apartamento para repasar esta aria?”
Su tono era distinto, recordó. Sonaba impaciente.
“Suena loco decirlo, pero sentí que había alargado esto y lo había evitado durante seis semanas, y es Plácido, es mi jefe y me está ofreciendo trabajar conmigo en este papel”, dijo.
Fue a su apartamento, donde él sirvió dos copas de vino, dijo.
“Se sentó en el piano de cola y sí que cantamos esa aria, y trabajamos en ella. Y me dio consejos y me hizo muchos elogios”, contó.
Pero entonces, señaló, “cuando terminamos se puso de pie y metió la mano en mi falda, y ahí fue cuando tuve que salir de ahí”.
Dijo que él la siguió por el pasillo, rogándole que se quedara, entonces señaló hacia abajo y le dijo que tenía “dos horas más”, algo que ella cree era una referencia a algún medicamento para el desempeño sexual.
De vuelta en su auto, se quedó sentada en shock un largo rato hasta que sintió que podía manejar.
“Me fui a casa y estaba aterrada de volver a trabajar”, dijo. “Quedé congelada de miedo durante todo ese contrato”.
Desde entonces ha cantado en la Ópera Metropolitana de Nueva York, la Ópera de San Francisco y otros lugares, pero nunca ha vuelto a ser contratada para cantar en la Ópera de Los Ángeles o con Domingo.
“He sido dura conmigo misma un tiempo”, dijo la cantante. “Tener una sesión de entrenamiento con alguien que te ofrece entrenamiento no es aceptar tener sexo”
″¿Entiende el riesgo en el que me pone?”
Una bailarina que trabajó con el astro en varias ciudades comenzó a contar su experiencia con él diciendo: “Mi historia es excepcionalmente común”.
Dijo que un insinuante Plácido Domingo la llamó de noche de forma intermitente durante cerca de una década durante los 90, dejándole mensajes desvergonzados que luego escuchaba perpleja con su marido.
Domingo le pedía que se encontrara con él en lugares como su habitación de hotel, pero ella sólo lo veía para almorzar, siempre planteado como una comida de trabajo. Sin embargo, señaló que las manos de Domingo acababan en su rodilla, o la tomaba de la mano, o le besaba en la mejilla de una forma que la hacía sentir incómoda.
Dijo que se preguntaba con su esposo: “¿Entiende el riesgo en el que me pone, que podría arruinar mi matrimonio, arruinar mi carrera? ¿Entiendo lo que está haciendo?’ Pero a él no le importaba”.
“Cuando trabajas para el hombre más poderoso en la ópera, intentas seguirle el juego”, dijo, al tiempo que agregó que se cuidó de insultarlo.
Una tarde, cuando trabajaban juntos en la Ópera de Washington, Domingo le pidió que comiera con él en el restaurante de su hotel para hablar de trabajo, dijo la bailarina. Al terminar, sugirió que fueran caminando al ensayo pero dijo que tenía que pasar antes por su habitación.
“Me llevó a su cuarto, supuestamente para coger sus cosas, y me invitó a entrar”, dijo. “Y empezó a abrazarme y besarme”.
Ella dijo que lo apartó e insistió en que tenía que llegar al ensayo.
“Cuando estuvo claro que no iba a acostarme con él, simplemente me acompañó al ascensor y volvió a su habitación”, dijo. “Se abrieron las puertas del ascensor y me derrumbé. Simplemente me quedé en el suelo del ascensor, sudando profusamente”.
Un exadministrador de ópera dijo que por años supo que Domingo “persiguió constantemente” a la bailarina. Y un director amigo de la artista dijo recordar cómo después de “decirle no a Domingo, se vio apartada durante varios años”.
Una empleada de la ópera que trabajó de cerca con Domingo dijo que el cantante le parecía caballeroso y respetuoso, pero confirmó que la bailarina se había quejado del acoso del superastro por años. Dijo que la bailarina le contó lo que había ocurrido en el cuarto de hotel de Domingo, y que su impresión era que “aun cuando era persistente, él no aceptaba no como respuesta”.
Tras el incidente en el hotel, la bailarina dijo que no trabajó con Domingo en mucho tiempo.
“Hubo años en los que estaba destrozada por eso y asustada de que no volvieran a contratarme”, dijo. Pero con el tiempo, “volví a tener su visto bueno”.
Quizás por esa razón, dijo que no está segura cómo categorizar el comportamiento de Domingo.
“Lo que él hizo está mal”, expresó. “Utilizó su poder, acechó a mujeres, puso a mujeres en posiciones vulnerables. Hay gente que se ha quedado fuera de la industria y se ha visto expulsada sólo por someterse o no someterse a él”.
“Siguió llamando y dejando mensajes. Tuve miedo”.
Las persecuciones de Domingo se extendieron más allá de las salas de conciertos, según una cantante que dice que lo conoció en Italia durante un viaje de mochilera.
Era una veinteañera que cursaba una maestría en la escuela de artes Juilliard cuando pasó el verano de 1992 viajando por Europa con su hermana.
Durante su estancia en un hotel barato de Roma a las afueras del Campo de Fiori, una mañana se puso a cantar en la ducha con la ventana abierta. El portero de un hotel de lujo cercano gritó preguntando quién cantaba, y dijo que Domingo se estaba alojando en su hotel y la había oído.
“Dijo que tienes una voz hermosa y que quiere conocerte”, le dijo el portero, según contó.
Domingo, que estaba en Roma ese verano interpretando “Tosca” para una producción que se transmitiría en vivo alrededor del mundo, le envió un mensaje pidiéndole que se reuniera con él a las 10 de la noche en otro hotel.
La cantante contó que entró al vestíbulo del hotel y le dijo al recepcionista que estaba ahí para encontrarse con Plácido Domingo. La llevaron hasta la azotea, donde había una mesa dispuesta y Domingo apareció vestido en una elaborada bata y una camisa blanca holgada con una hermosa joven morena tomada de su brazo.
“Todo parecía como sacado de una película”, dijo.
Contó que le dijo que era estudiante de Juilliard y él insistió que fuera a verlo a la Ópera Metropolitana, ubicada a una calle de la escuela en Manhattan, para que cantara para él.
“Dijo que creía que podía ayudarme con mi carrera”.
De regreso en Nueva York, fue a una actuación de Domingo y lo buscó tras bambalinas, donde él se acordó de ella y le pidió su número telefónico.
“En ese momento, estaba enamorada con toda esta situación y emocionada de conocer a esta persona realmente famosa con una voz increíble”, dijo. “Entonces comencé a recibir llamadas telefónicas”.
″Él hablaba con una voz infantil que era galante”, recordó. “Quería venir a mi apartamento, y eso era raro”.
“En Italia y en la Met, el gancho era, ‘Quiero oírte cantar, puedo conectarte con gente’. Una vez que empezó a llamar, era, ‘Quiero verte, quiero conocerte’”, dijo.
Dijo que consultó con una amiga en el mundo de la ópera y que ésta le advirtió que se mantuviera alejada de él.
“Fue tenaz. No dejó de llamar y llamar y llamar. Las primeras veces lo rechacé, pero entonces se volvió ridículo. Siguió llamando y dejando mensajes. Tuve miedo”.
“Su agresividad era demasiada como para pensar que no tenía un motivo oculto”, agregó.
En un momento, le pidió a un compañero de clase que atendiera su teléfono. Domingo nunca la volvió a llamar.
“Fue la muerte de un héroe”.
Otra soprano dijo que sintió que había alcanzado el pináculo de su carrera cuando surgió la oportunidad de trabajar con Plácido Domingo en la Met en 2002. Domingo era su ídolo. Su voz rica, fascinante y conmovedora la había inspirado a convertirse en cantante de ópera.
Recuerda que sintió euforia cuando él elogió su voz, tomando su rostro entre sus manos tras una actuación y diciéndole, “me has conmovido, tu interpretación me conmovió”. Él era el director artístico tanto de la Ópera de Washington como la de Los Ángeles y le dijo “voy a conseguirte trabajo, hago muchos conciertos y le pido a mis cantantes favoritas que canten conmigo”.
Una noche durante un intermedio, dijo, Domingo la visitó en su camerino y hablaron de su actuación antes de que él se acercara para darle un beso de despedida.
“Le puse la mejilla pero él me volteó la cabeza y me besó en los labios”, dijo la soprano. “De pronto tenía unos labios mojados sobre los míos. Fue un beso mojado, baboso”. Cuando se apartó, Domingo le preguntó: “¿Entiendes?”
“Sí”, respondió la soprano.
″¿De verdad entiendes?”, le preguntó otra vez, acariciándole la mejilla, dijo.
“Sí, lo entiendo perfectamente”, dijo que le respondió.
“Eso es todo lo que dije. Pero para mí, fue la muerte de un héroe. Esa fue la muerte de mi sueño”, manifestó.
En adelante, dijo que le ofrecía sólo la mejilla y que ya no lo miraba a los ojos.
″Él tuvo la idea clara de que yo no iba a cooperar. Y nunca lo intentó de nuevo”, dijo. Pese a las declaraciones previas sobre un futuro empleo, jamás volvieron a invitarla a trabajar con Domingo.
Destacó que la fama de Domingo es bien merecida y que el mundo de la ópera se ha beneficiado de su enorme talento como cantante y artista.
“Tiene un alma cuando canta, y esa alma está ahí en medio de su abuso de poder”, dijo.
Haciendo eco de otras acusadoras, dijo que no quería dañar la reputación del emblemático cantante sino hacerle saber que su comportamiento era equivocado.
“No es que quiera que sea castigado. Quiero que sea consciente”, dijo. “Quiero que tenga la oportunidad de saber exactamente el tipo de daño — emocional, psicológico, profesional y demás — del que es responsable”.