Enero también es el mes del guayabo, que no es una fruta sino el modo en que los venezolanos llamamos a lo que se siente cuando perdemos un amor o un momento feliz.
Entonces, en enero nos sentimos tristes también por los proyectos que teníamos para el año que pasó y que no cumplimos, vemos el año nuevo como un proyecto a largo plazo y nos autocastigamos poniéndonos retos aún más arduos que los del año precedente.
Es importante que nos sinceremos con nosotros mismos y con nuestras capacidades. Saber quiénes somos en realidad no es una cosa fácil como podría parecer, es muy normal que nos engañemos, que tengamos otra idea de lo que en realidad somos y que nos exijamos más de lo que en realidad podemos dar. ¿A dónde nos lleva eso? ¡Al más inminente fracaso!
Tampoco es una opción hacer el exacto opuesto: “yo no pude, no podré, no tengo la capacidad” e inmovilizarse y dejarle al destino nuestra vida. No.
Hagamos una introspección honesta y generosa, reconozcamos nuestras fuerzas y nuestras debilidades, veámonos a nosotros mismos como un ser capaz de saber y poder hacer las cosas que somos en grado de hacer.
Recordemos las historias de quienes han hecho grandes imperios desde los más humildes y sencillos trabajos. Esas historias se repiten hoy en día en todo el mundo. Es un mito que hay que ser millonario de cuna o heredero para cultivar grandes proyectos, es cierto que hay que estudiar y prepararse siempre, pero también es cierto que el éxito no está reservado solo a los más acomodados económicamente.
Y si queremos verlo en otro sentido, nuestro éxito y nuestra felicidad no tienen que estar representadas materialmente, cualquiera que sea tu meta, debe darte paz, serenidad y alegría y lo que en realidad importa es que sepas cómo conquistarla y para eso debes estar claro contigo mismo y conocer y aceptar tus luces y tus sombras.