Octubre y noviembre han sido meses críticos en camino a las reivindicaciones
sociales.
Jorge León Báez / venezolanoenchile.com
El lunes 7 de octubre de 2019 inició la jornada en Santiago de Chile con una serie de protestas organizadas por estudiantes que llamaba a “evadir”; esto es, en la jerga chilena, hacer uso del transporte público sin pagar por él. ¿La razón? El tercer aumento de la tarifa durante el último año y medio.
Protestas violentas y saqueos
Durante el décimo día de evasión organizada (viernes 18 de octubre de 2019) se llevaron a cabo simultánea y sistemáticamente diferentes actos vandálicos que destruyeron buena parte del patrimonio del Metro de Santiago y, en mi opinión, no fue causado por los mismos estudiantes que estaban evadiendo como acto de desobediencia “sano”, sino por un ente mucho más grande que estuvo orquestando todo desde las sombras, y que se beneficiaría del caos que este tipo de protesta generaría.
A la destrucción de múltiples estaciones y vagones del metro le siguieron ataques a
supermercados, pero no solo el saqueo de los productos, sino también la quema de los recintos de manera vil y despiadada, lo cual es más que innecesario y solo tiene sentido en un contexto anárquico, que claramente es el fin último de estos movimientos.
Luego, esta misma “lógica” la aplicaron a espacios comunes y establecimientos de cualquier tipo en diferentes zonas de la ciudad como La Florida, Plaza Italia, Renca, Parque Bustamante, Puente Alto y hasta el mismo Santiago Centro, donde decenas de espacios fueron saqueados y posteriormente quemados, incluyendo fábricas, bodegas, hoteles, bancos, centros asistenciales, medios de comunicación, plazas, parques, etc.
A medida que iban pasando los días, otras regiones tomaron el ejemplo de la metropolitana y se sumaron a las protestas violentas, saqueos, vandalismo, etc., logrando que la incertidumbre y el caos reinara en todo el país.
El resultado de todo esto fue alrededor de 20 muertos, cientos de heridos y detenidos y miles de millones de dólares en pérdidas materiales y por concepto de estancamiento comercial.
Estallido social
Lo que sucedió en Chile no tiene las características de un estallido social.
¿En qué cabeza cabe salir a quemar el medio de transporte que usas todos los días? Esas son protestas autodestructivas que no tienen ningún sentido lógico.
Vanessa Vallejo lo expresa tan claramente en su publicación sobre las protestas del Panam Post que la citaré textualmente aquí:
“Es necesario echar abajo el ridículo discurso de los grandes medios de
comunicación que llaman «protesta» al terrorismo urbano que tiene a Chile en
llamas. Es imperioso dejar claro que no hay tal cosa como un «descontento social»
en la mayoría de los chilenos. Hablamos de células comunistas organizadas y
dirigidas desde afuera”.
“Esto que ocurre en Chile no es una cuestión nueva. El socialismo -que siempre ha
sido internacionalista- tiene procedimientos de manual sobre cómo lograr que
minorías entrenadas -terroristas armados- utilicen a sectores de la población que
no comprenden el alcance real de los hechos para causar caos y dar la impresión
de un «descontento social generalizado»”.
La respuesta del Gobierno
Durante los 10 primeros días de evasión organizada la respuesta del gobierno fue tan pasiva como inexistente, intentando minimizar la situación que iba ganando fuerza y adeptos con el pasar de cada día.
La primera reacción real del gobierno vino el viernes 18 de octubre, cuando el Ministro del Interior de ese momento, Andrés Chadwick, junto al presidente de Metro Louis de Grange y la Ministra de Transporte, Gloria Hutt, confirmaron que el metro no funcionaría, al menos, durante ese fin de semana.
En los primeros minutos del sábado 19 de octubre, con decenas de estaciones de metro dañadas (algunas totalmente irrecuperables) y la calle enardecida, el presidente Sebastián Piñera declaró el inicio del estado de emergencia, que duraría hasta 15 días, mientras señalaba: “Comprendo y solidarizo con mis compatriotas. Por esa razón, nuestro Gobierno convocará a un diálogo transversal y hará los esfuerzos para atenuar la situación”.
Durante este período el General de División del Ejército, Javier Iturriaga del Campo, fue designado como jefe de la Defensa Nacional y demostraría en los próximos días su poco carácter a la hora de aplicar medidas para garantizar el orden público en el país.
El mismo día que inició el estado de emergencia se decretó el primer toque de queda, que regiría entre las 22:00 horas del sábado y las 07:00 horas del domingo en la Región Metropolitana y rápidamente se extendió a un par de regiones más (Valparaíso y Provincia de Concepción). Esta estrategia se replicaría durante los siguientes días, alcanzando incluso la mayoría de las capitales del país.
Durante ese mismo anuncio, Piñera elevó una propuesta para suspender el incremento de las tarifas del transporte público y convocó a un diálogo con los representantes de los poderes del Estado para encontrar soluciones a largo plazo. Esta solicitud sería luego aprobada en tiempo récord y la tarifa del metro volvió al punto previo al 6 de octubre, fecha en la que se había hecho efectiva el alza.
El miércoles 23 de octubre, Piñera pide “perdón” a sus compatriotas en un discurso durante la noche y anuncia un paquete de medidas, en su mayoría sociales, para afrontar la crisis: “Es verdad que los problemas se acumulaban desde hace muchas décadas y que los distintos gobiernos no fueron, ni fuimos, capaces de reconocer esta situación en toda su magnitud. Reconozco y pido perdón por esta falta de visión”, sin embargo, este anuncio tampoco hizo que las protestas cesaran.
El sábado 26 de octubre, en horas de la mañana, el presidente anunció el levantamiento del estado de emergencia a partir de las 24:00 horas del domingo 27 de octubre, solicitó a todos los ministros que pusieran sus cargos a la orden y manifestó por su cuenta de Twitter: “Hemos escuchado y comprendido mensaje de los chilenos“.
La manifestación pacífica más grande de la historia de Chile.
El viernes 25 de octubre se llevó a cabo una concentración pacífica en Plaza Baquedano donde participaron más de 1 millón 200 mil personas, algo solo comparable en la historia de Chile con las concentraciones del triunfo del “No” en el plebiscito de 1988 que marcó el fin de la dictadura.
Esa tarde la sociedad civil se lanzó a la calle sin necesitar ser convocados por una figura política, sin banderas de partidos, en un ambiente más de celebración que otra cosa, contrastando totalmente con lo vivido durante las dos semanas previas llenas de violencia y representando una pausa donde los chilenos de todas las tendencias políticas se unieron en las calles para caminar hacia un bien común.
¿ Por qué los chilenos están descontentos?
Aquí debo hacer una distinción importante…
Por un lado, están los hechos violentos (que insisto en pensar que son impulsados por un ente mayor de extrema izquierda con grandes niveles de organización, resupuesto disponible para esto y el fin último de generar caos para capitalizarlo, llámese Rusia, China, etc.) y por otro lado estamos quienes vivimos en este país, hayamos o no nacido aquí, que sufrimos las consecuencias de las políticas de gobierno que son transversales, sea cual sea nuestra tendencia política y estrato social.
Aunque este país cuente con una economía pujante y parezca descabellado pensar que haya tanta gente descontenta, existen una serie de factores que, en mi opinión, han sido y siguen siendo asignaturas pendientes de los gobiernos de la época democrática:
Educación
Para estudiar carreras universitarias hay que endeudarse por años porque no hay opciones que estén al alcance del ciudadano común. No solo eso, sino que una parte de tus posibilidades de encontrar empleo luego de graduarte depende de la universidad en la que hayas estudiado.
Nosotros crecimos en una Venezuela en la que existían ambas opciones: educación
pública/gratuita y educación privada para quien quisiera irse por esa vía, ambas con una calidad equiparable.
Salud
Según la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen), las personas afiliadas a FONASA alcanzan el 80%, mientras que las que tienen acceso al sistema privado de ISAPRE representan menos del 20%.
Todos sabemos que necesitar atención médica especializada estando en FONASA se traduce en meses de esperas por una consulta y/o por un procedimiento, tiempos que cuando se trata de salud, son inconcebibles.
Además, en las ISAPREs, donde se supone que todo debería funcionar mejor, sufrimos alzas todos los años, bajas coberturas, penalizaciones por preexistencias y una serie de restricciones que dificultan incluso el cambio de un prestador de servicios a otro.
Pensiones
Quizás lo más absurdo de Chile es el sistema de pensiones, en el cual existen
megacorporaciones que administran las cuentas individuales de todos los afiliados en el país, quienes están obligados a destinar el 10% de sus ingresos mensuales durante toda su vida productiva, con miras de ahorrar para su jubilación.
Este sistema fue implantando durante la dictadura en el año 1982 y se ha mantenido intacto hasta los momentos, siendo muy alarmantes sus resultados: el 80% de los pensionados recibe menos de un sueldo mínimo cada mes (según Gloria de la Fuente, Directora de la Fundación Chile 21).
Cada año las AFP obtienen ganancias multimillonarias con el dinero de los ahorristas, mientras los pensionados reciben montos absurdos con los que no pueden vivir dignamente.
Corrupción
Estamos en Latinoamérica y esto de la corrupción es el pan nuestro de cada día.
En Chile, la corrupción no está presente solo a nivel político e institucional, sino también en las grandes empresas con las colusiones para fijar precios de productos y la evasión de impuestos multimillonarios, todo esto con ejemplos representativos recientes.
La desigualdad en Chile
Quien diga que la desigualdad es un problema, no entiende realmente la base de todo.
Sí, estamos de acuerdo en que hay un puñado de familias que controlan el país y sí, para ellos va el 26% de la riqueza del país, pero algo así, en mayor o menor escala siempre va a existir y eso no puede representar un problema.
Que no haya desigualdad implica que todos debemos ser iguales y eso ha quedado
demostrado una y otra vez que no existe, ni funcionaría si existiese.
Mientras la parte baja de la pirámide pueda cubrir sus necesidades sin problemas… ¿Qué importa cuánto dinero tenga el dueño de Cencosud? y ¿qué importa lo que haga con su fortuna el dueño del Banco de Chile?, por mencionar algunos.
A lo que los gobiernos deben apuntar es a crear el ecosistema y los mecanismos necesarios para que la población más vulnerable pueda desarrollarse y no sea una odisea encontrar con qué llevarse el pan a la boca, no precisamente a disminuir la brecha entre los más pobres y los más ricos, porque eso no va a solucionar nada, ya que, nuevamente, eso no representa un problema por sí mismo.
De vuelta al principio – el precio del metro
Apoyado en el punto anterior, el problema no son los 30 pesos que aumentó el pasaje… El problema no es que el metro cueste el equivalente en pesos a 1,17 US$ por viaje, porque ¡eso es lo que debe costar!… El problema es que los ingresos de la población no soportan ese nivel de precios y eso es a lo que el gobierno debe apuntar, porque bajar y/o regular el precio del metro solo traerá como consecuencia que no puedan cubrirse los costos operativos y que los recortes por un lado y otro empiecen a hacer que el servicio vaya disminuyendo su calidad, se deteriore y entre en una espiral nociva de la cual es difícil salir después.