El crecimiento sostenido de partos de madres migrantes en Chile ha dejado de ser una tendencia aislada para convertirse en un fenómeno estructural que redefine la demografía nacional, especialmente en el norte del país.
Según cifras del Ministerio de Salud, entre enero y septiembre de 2025 se han registrado 129.668 partos a nivel nacional, de los cuales 28.271 corresponden a mujeres extranjeras, lo que equivale al 21,8% del total. Es decir, 1 de cada 5 nacimientos en Chile ya es de madre extranjera. En 2017, esa proporción apenas alcanzaba el 6,45%, lo que revela un incremento de más de 230% en menos de una década.
Las regiones del norte concentran los índices más altos del país: Tarapacá lidera con un 63,2% de partos migrantes, seguida de Antofagasta con 60,46%, y Arica y Parinacota con 46,05%. En contraste, regiones del sur como Ñuble, La Araucanía y Los Ríos no superan el 4%.
La evolución de estas cifras también contrasta con el panorama nacional de natalidad. Chile mantiene una de las tasas de fecundidad más bajas de América Latina, con 1,16 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de reemplazo poblacional estimado en 2,1. Eso significa que, sin migración, la tasa poblacional chilena estaría en caída más rápida.
En ese contexto, la maternidad migrante ha emergido como un factor clave para sostener la natalidad y equilibrar, en parte, el envejecimiento poblacional del país. En otras palabras, el norte chileno no solo es hoy la puerta de entrada de la migración, sino también el motor que mantiene vivo el ciclo de nacimientos.
Más allá de los números, la realidad es clara: la maternidad migrante se ha convertido en un pilar silencioso, una fuerza que impulsa la renovación demográfica del país mientras el resto de Chile enfrenta un progresivo descenso en sus tasas de natalidad.
