La falta de liderazgo político de calidad es responsabilidad directa de los electores
Todos se quejan de los malos políticos. A los ciudadanos les deja un mal sabor de boca la mentira, la incapacidad y la inoperancia de quien llega a un cargo de elección popular y luego se olvida de los electores. Si ese funcionario es acusado de enriquecimiento ilícito, el sentimiento de frustración es peor. Es como vivir un despecho, con traición y rabia incluidos.
En la región estamos infectados de malos políticos. Los hay egocéntricos, indiferentes, algunos incluso sin capacitación; pero también los hay dispuestos a jugarse el pellejo por la preservación de la democracia. Estos últimos muchas veces no son los más mediáticos, ni los más activos en redes, pero están y eso es lo importante.
El fantasma de la antipolítica y la incesante crítica hacia los partidos ha despertado el escepticismo y el descontento entre quienes exigen más participación por parte de la dirigencia. Es un fenómeno que no solo está en Venezuela, sino que es continental. ¿Son preocupantes? Claro que sí, y mucho.
Los electores son inclementes y están en su derecho de serlo. A fin de cuentas, es por los votos de las personas organizadas que los aspirantes llegan a un cargo. Sin embargo, esa no puede ser la única “labor” de los civiles debidamente inscritos en el padrón de votación.
Aquí me permito entrar de lleno con el título de esta columna: “¿Queremos mejores políticos? Seamos mejores ciudadanos”. La política es un ejercicio colectivo, requiere de la participación activa de candidatos, militantes de partidos y ciudadanos conscientes de la responsabilidad que tienen a la hora de escoger a un concejal, diputado, senador o presidente.
Ser ciudadano va más allá de levantarse temprano, hacer una fila y votar. Si usted es de los que piensa que solo con sufragar hizo su parte, déjeme decirle que está equivocado. Contribuyó apenas 20% con el fortalecimiento de la república.
De nada sirve participar en unos comicios si no hay vigilancia de la labor del funcionario. Es necesario comprender que la contraloría y la fiscalización de las acciones emprendidas por quienes están en el poder es el más eficaz ejercicio de conservación de la libertad.
¿Es difícil revisar o enterarse de los pasos del funcionario una vez que llega al cargo? Sí, seguramente habrá cientos de alcabalas burocráticas, pero ninguna de ellas puede contra un grupo de personas interesada en conocer los proyectos y la ejecución presupuestaria de los mismos.
El empoderamiento, palabra de moda en la actualidad, aplica a todos los aspectos de la vida. En la medida en que un líder político vea que hay una colectividad activa, con ganas de cooperar y colaborar, habrá menores posibilidades de incurrir en delitos como el abuso de poder y la corrupción, dos graves enfermedades de las que muchos se contagian.
Está en nuestras manos-y es imperioso- exigir. No solo porque votamos y pagamos impuestos, sino porque depositamos la confianza en esos que prometen mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Por muchos años se ha creído-o han hecho creer- que los políticos no necesitan apoyo de la comunidad y que la asesoría de su equipo de trabajo basta y sobra. No y no, pensar así es hundir a la población y condenarla al fracaso, la desidia y la anomia.
Una observación permanente y el apoyo de los medios de comunicación es el antídoto contra los políticos individualistas e inmorales. La ciudadanía es poder, el día que las naciones de la región lo comprendan solucionarán muchos de los males heredados.
En este mundo globalizado es muy positivo que los electores pregunten-y hasta increpen- a través de las redes sociales de esos funcionarios, pero es bueno recordar que no en todos los casos, son ellos quienes responden. No se puede abandonar el espacio natural de la protesta cívica y organizada para exigir el acatamiento de los compromisos adquiridos.
Bueno, ya sabemos qué debe hacer la ciudadanía, ahora, ¿qué le toca al mandatario electo? Respetar, interactuar y gobernar cumpliendo con el marco legal vigente, garantizando la igualdad y el bienestar a la población.
Quizá uno de los elementos que más afecta a los políticos actualmente es la hipersensibilidad y el miedo a la crítica. Es necesario que se inyecten tolerancia y otredad, que acepten los señalamientos y con humildad respondan a quienes lo llevaron a la cúspide.
Ciertamente, no hay labor más cuestionada que la del político. Alrededor siempre estará la sombra de los excesos, la insensibilidad y el olvido de las promesas electorales; pero quien quiera dedicarse a eso debe también ser honesto. De nada sirve la formación académica y el carisma si hay ausencia de valores. Una mala imagen ante la opinión pública puede derrumbar una gestión, sea exitosa o no desde el punto de vista social y económico.
Tener una mejor política dependerá de cuánto logre involucrarse quien tiene “voz y voto”, el abstencionista-quien con su silencio habla-, las ONG, los estudiantes, los profesionales, los obreros. En una democracia sólida todas las voces son importantes y no solo para ganar comicios.